lunes, 31 de mayo de 2010

Ella no vio las tijeras

Es sangre de caverna oscura. Es vida señalada de clavos, herida de maleza y junco. Es camino borrado y sendero hacia el río. Es susurro de muerte y viento. Es silencio de iglesia y llanto quebrado. Es, eres, soy. Yo.

Él corrió tras la luna. Era pálida, de hielo y de mar. La acunó entre sus brazos de madera y vidrio. Besó sus labios de cielo. Ella se quebró. Se rompió en mil pedazos semejantes al aire de plata. Cayeron. Y la doncella desnudó su piel blanca, como la de un lirio florecido a la sombra de los gigantes. Ella rasgó su piel, de albaricoque y cereza, de sangre embravecida y calma. La hierba se tiñó de oscuro, y por un instante estuvo hecha de luz la umbría. La muchacha gritó, y se arrancó su corazón de carne. Sangrante, húmedo, cálido, así lo extrajo de sus entrañas mistéricas, de su seno de mujer que no conoce la doble luna de su pecho. Y con manos temblorosas lo extendió hacia el cielo, en un clamor oscuro y pleno de éxtasis, en un gemido ronco tejido con el júbilo que precede a la desgracia. Las estrellas, celosas, recibieron la agonía de su grito y se complacieron en ella. Había unas tijeras afiladas entre las margaritas, un lagarto de metal sobre las piedras y una fotografía rasgada que ardía sin quemarse. Ella no vio las tijeras. Tampoco el lagarto. Sus ojos ignoraron la fotografía. Se arrodilló frente a su corazón, que inmóvil llamaba a la muerte, y arrancó las margaritas, tomó el metal y buscó el fuego. Las flores se tiñeron de rojo, y rojo brilló el metal entre las llamas. La doncella supo que se apagarían. Y su grito ascendió en el más perfecto crescendo de la agonía, pero nadie pudo escucharlo. Mordió con saña las margaritas y descubrió el dolor del silencio. Sí, exactamente así. Su herida de vida y de sangre. Sus dedos aferraron un instante el aire de plata, antes de desvanecerse. Encontró al fin aquellos labios de ceniza gris en el suave abrazo de la eternidad y del espejo.


Música para este post: Nemo, de Nightwish.
Nota final: Esta vez no creo que pueda explicar nada acerca de este texto, salvo que tiene bastante de escritura automática, al menos en lo que a no pensar en pura estética y formalismos se refiere. Es una mezcla de necesidad de escribir y razones para no hacerlo. Es un no saber, no conocer, un puro perderse en el recuerdo. Un no querer escuchar. Un conocer y no decir. Una angustia, como diría Lorca, de cielo, mundo y hora. Insostenible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario