contar las marcas
que la espalda
deja en el látigo
Bradbury
mi
ciudad industrial
se
encoge sobre sus vértices
hasta
conformar una esfera
frágil
la
sencillez del círculo
sobre
las agujas
me
siento a ver blade runner frente
a tu
casa
los
ojos de fellini
no
están ciegos
(las
vías vibran en las venas
repetimos
tensión
acción
reacción
las
vías vibran en las venas)
mientras los
aviones
toman tierra
en
rusia,
ucrania me lame las
botas
y yo te digo que no
es demasiado
tarde ni demasiado
pronto para nada
el absoluto
significa
este
instante-molécula
schönefeld o
alvedro
fundiendo los
capilares
yo quería escribir un poema
con palabras grandes
pero soy demasiado pequeña
para los andamios la mariposa
el grito oculto en tu brazo
derecho
correr rasgando la hierba
(describo la inversa
en taquicardia)
llevo tacones
porque me hacen
sentir
vulnerable
y eso me gusta
cuando tú estás
al otro lado de las
puertas
(el avión no llega
con retraso
y la niebla es un
verso de bradbury
o un pedazo de
papel)
yo quería escribir
un poema
con palabras
grandes
no hace frío
en mi ciudad
industrial y las escaleras
de daniel
me sonríen a
ciegas y tengo tres
corbatas atadas al
tobillo y adoro
las libélulas
cuando son azules
me quedo
callada y tú sabes
lo difícil que es
verme así, los ojos
cerrados y las
arterias
martilleando en
elipsis, rompiéndome
las sienes porque
indonesia
fusiona las paredes
del aeropuerto
y los últimos
trece minutos pesan más
que la ausencia de
la
ausencia
me
retuerzo en un crisol
impreciso
soy
tinta resbalando por tus labios
puntada
a punta
arranco
los hilvanes que me cierran
el
pecho
raspo el esternón hasta
encontrar
la curva
cóncava
y extiendo
las
vértebras
(lo
imposible)
quiero
sentir
tus dedos hurgando
entre
las vísceras
descubriendo
descubriendo
los
resortes de este poema
antes
de que sea poema
cuando los labios
me
saben a sueño y a pizarnik
yo no estoy sola
en el aeropuerto
como no estaba sola
a doce mil pies de
altura sobre
el rin lyon los
pirineos
y este dolor al
sentir españa:
deglutir schönefeld
a una temperatura
de treinta y cuatro
grados
centígrados
aullidos
por las escaleras, destrozar
los
tejados que recorrí
tantas
veces con las orejas
alerta
y la cola bien alta:
es
preciso
desconfiar
de las personas que dejan
platos
de leche ante sus puertas
y no
saben acariciar
las clavículas
(la
nota más aguda
de un
violín
borda
tu nombre
en la
pleura
esta
calma de apretarte la mano
y
descubrir el epicentro
que
sacude la única
patria
posible
para
mi nombre
todas
las palabras
invaden
los ojos
la
alegría
de
desdibujar
el
cielo)
soy
curiosa
como todos los gatos
como todos los gatos
y te
miro con la cabeza
ladeada
cuando
duermes
porque
todavía me parece un milagro
escuchar
sibelius
como
aire que no pesa
sobre
tus pestañas