martes, 17 de mayo de 2011

Lois...

Cheguei a ti nunha conversa de amigos e decidín quedarme. Canda ti. En silencio. Un deses silencios case relixiosos que preceden á acción. Un deses silencios que prometen e cumpren. Sempre. É o que ten a literatura.

Quizáis foi a orixinalidade desa frase escrita nos altares da morte ou o alento escuro das maldicións que caen e xa non desaparecen. Quizáis foi a necesidade explicitada na lingua. Quizáis foron os ventos de cambio que sopran dous meses antes da catarse. Quizáis foi a tolemia colectiva. Quizáis...

Sumerxinme en ti. Fun en ti. Fun de auga, de negación, de morte. Fun de branco sangue masculino escorregando nos beizos da terra. Fun de enfermidade e desvelo. Fun de ausencia. Fun de desexos e de aniquilacións. Fun de narcisos opostos. Fun de prohibicións e de ansias. Pero, por enriba de todo, fun de loita. Fun unha burla sen cuartel, soldado de guerras perdidas, contra o tempo e a fin, sen desprezos nin concesións.

Toquei o que puido ser o último dos teus fíos, devorado de sangues. E ameite, Lois, ameite no comezo de cada páxina quebrada antes de escribirse, ameite en cada verso que se cravaba con cravos amarelos na miña carne, ameite en cada referencia coñecida e por coñecer, ameite en cada bágoa perdida por unha morte que non debeu ser. Poeta maldito e malditista, canto de ti dixeron! Poeta de Monforte, poeta con sangue nas verbas e nas veas. Poeta...!

Que os artistas non morren nunca. Caen á ánima coma o Libera me, Domine dunha antiga ceremonia. Caen e continúan a caer. Dante e os infernos. E un bico nos peitos de gris. Saliva nuclear, química disonante. Lois, Lois. Deixa que te busque nos recunchos últimos do vento.

Lois...

Notas finais: Felices Letras 2011.

viernes, 13 de mayo de 2011

Sólo quizá...

Quizá crecer sea esto. Beberse el cáliz amargo de la vida hasta los posos, dejar atrás, resistir con una sonrisa de agua en los labios. Caer, perder y morir en cada envite, quebrarse poco a poco. Quizá sea negarse lentamente. Quizá crecer sea aferrarse a una máscara o un molde, hacerse niña desvalida con certezas de mujer. Y son siempre -siempre- cegueras de quien no sabe ver sin ojos.

Hasta en eso pertenezco al reino de los condenados. Me quedo con vosotros, sí. La vida de sangre antes que una muerte prematura entre venenos. El dolor -el dolor y dos odas- antes que sus calmantes para enfriar espíritus y enturbiar lagos quietos. El ansia sin paz y sin tregua antes que la miserable consecución del deseo. El miedo antes que la certidumbre. La melancolía sorda y abierta antes que el sentimentalismo afectado. Las palabras antes que la mentira. Y la hipocresía como un lujo callado que se diluye en venas de mercurio.

Quizá crecer sea olvidar. Olvidar, negar, asesinar el recuerdo en páramos blancos. No hay sangre cuando se mata un recuerdo, sólo un hilo fino de agua. Muere entre las grietas de un desierto sin confines. Muere. Los recuerdos no son hermosos al morir; no son cisnes, ni ratas, ni mártires.

Y es que es demasiado fácil perderse en la propia sombra. Demasiado fácil esconderse entre banderas, llorar anhelos prohibidos al pie de los cañaverales, hundirse la espada en el vientre. Pero, ¡ay! Qué difícil es desgarrarse la piel con los propios dedos y arrancarla muy despacio, tira a tira. Qué difícil es el dolor cuando no es de agua, cuando no pulsa, cuando no llama. Qué difícil es abrirse el pecho de lado a lado y arrancarse el corazón. Qué difícil es ponerlo en un altar para que se seque, se mustie, se torne carne blanquecina y putrefacta. Qué difícil.

Qué difícil es ser. Así, sin piel que cubra las carnes heridas, sin máscara, sin ropas, sin armas. Así, existiendo simplemente, los labios abiertos y la súplica en lenguas enredadas. Qué difícil es afirmar. Afirmarse. Qué difícil es reconstruir. Reconstruirse. Qué difícil es empezar con los ojos vendados, sin manos ni guía, sin camino trazado en violeta.

Y buscar siempre el pulso humano escondido al otro lado de la emoción. Y no volver atrás, ni un solo paso.

Qué difícil.


Nota final: Imagen de un photoshoot de Dangerous Muse. Grito mudo. Lo curioso es que me siento feliz de gritar. Feliz. Y es extraño.

jueves, 5 de mayo de 2011

Frenesí blanco

No importa cuándo,
no importa por qué.

Pero
debemos hundir
los dedos fríos en las llagas,
debemos romper de cadenas
los mares,
debemos beber
hasta la última gota de veneno blanco.

Dos pasos hacia delante
y la caída que lleva al abismo
-azul-
donde una grita
y no tiene respuesta.

Ni la quiere.

Hay dos lirios entenebrecidos
y los huesos de un poeta
al que se han comido los perros.
Hay dos poetas de lirio
y las tinieblas caninas
de un banquete.

Hay una sombra.

Hay dos dados, una esclava muerta y tres promesas.

Hay un vacío
de desiertos entenebrecidos de mármol.

Contradicción.

Que sí, Arthur, que debemos
arrancarnos la piel tira a tira
y crear la máscara perfecta.

Frenesí.

Vino cálido en los labios, rosas
y una pluma entre las páginas
del libro de Isaías.
Y llenarnos la boca de juramentos,
el corazón de ídolos vacuos,
las manos de espuma blanca
y la lengua de besos sin nombre,
súplicas hechas de barro,
curvas enredadas de saliva.

Y no creer jamás en las escrituras,
no beber de los labios del apóstol,
no profesar la herejía entre cálices,
no vestir las túnicas doradas
y manchadas de púrpura.

Porque la desnudez humana
es la única máscara posible
para el miedo.

Por eso, Arthur, arráncate la piel
tira a tira,
beso a beso,
palabra a palabra,
golpe a golpe.

Por eso, Arthur, vive.
Vive en los pálidos labios de Alois.
Vive en sus codos vueltos del revés.
Vive en sus pestañas,
como erizos quebrados de estrellas.
Vive enredado en sus suspiros,
en sus mentiras de cielo,
en su imagen transparente.
Vive en Alois.

Vive.


Nota final: Pearls, de Erwin Olaf. Escrito con Stamp on the ground de fondo, una canción que jamás habría elegido para el acto de crear. Pero esto es... una maniobra de escapismo, que no escafismo.