van debilitando la pared del
útero con sus picos hasta que
rasgan la tráquea
imperfecta
y es cierto que no puedo
pasar la eternidad con las
costillas rotas como
un palacio de musgo
no sé cuántos
años llevo ya atada a las
vías de esta
estación sin nombre ni
destino
deben de ser muchos porque los
robles se me enraizan
en la sensible pulpa del
clítoris y abrigo semillas bajo cada
diminuto
pedazo de piel
me crecen hojas en los párpados
tengo la garganta húmeda y
llena de tímidos brotes, la garganta
florecida como los cerezos,
Domine
como los cerezos
(visión: te pareces un poco
a hô chi minh o a gagarin cuando
abandonó la nave y fue otra
vez un niño
abrir tu cráneo como una
cáscara de nuez arrugada y fría
acumulo pedazos de hueso en
manos que nadie
se atreve a llamar
petequias)
a mi poesía le falta
contención porque no hay nada
además del cinismo
que sea sensato en mí y la
expresión
imperfecta
se parece a los pasos de una
bailarina a la que alguien hubiese cortado
la punta de las zapatillas
de ballet
soy el producto
íntegro
de mis deseos y no respondo
a la perversión
la mala influencia la
sociedad las iglesias las ingenuidades
las masas que gritan el
trauma el dolor o las salas de
autopsia en las que
es posible devorar cadáveres
demasiado ligeros para
pertenecer a este mundo
el mundo es la carne
la palabra y
el éxtasis
había una mujer unida a una
máscara que se
escondía en todos los
cuartos de piedra
y a veces
lloraba por no saber
arrodillarse
con los ojos mojados de
tanto
tanto frío
esa mujer era yo
todavía me pregunto cómo
consigues pulsar cada
pequeño resorte del placer,
como si explorases con los dedos
el interior de un inmenso
violín y
hay palabras que
contorsionan los brazos
los pechos la cintura las muñecas
los pechos la cintura las muñecas
mi voluntad
yo
que soy toda egolatría toda
altivez toda ausencia
quiero no ser yo sino
arcilla suave resbalando
en tus manos
hay palabras que
contorsionan el metal de las
vértebras
nadie necesita entender nada
cuando se abren las costillas y son
solo los susurros las
lágrimas la complicidad y esta
ternura
de descansar el uno en el
otro