jueves, 22 de septiembre de 2011

Epifanías

Digo que no estaba preparada para vivir una tragedia griega; se me daba demasiado bien ignorar las palabras de mi destino. Sabía perfectamente lo que significaba ser Edipo y, al contrario de los mil comentaristas que se han rasgado las venas en su nombre, yo encontraba una especie de descanso en su historia. Parece raro, ¿verdad? El camino de Edipo estaba señalado. Billete de ida a la tragedia. Lo tenía todo, vaya. Incesto, asesinato y mutilación. Dignos crímenes para un hombre digno. Pobre, pobre Edipo. ¡Y una mierda! Edipo se arrastraba por un sendero ya señalado. Yo estaba condenada a la indeterminación. Podrían comérseme los ratones o podría pasarme la vida acostada en mi alfombra, con un libro entre las manos y las lágrimas hundidas como cristales en los ojos.


Nota final: Tenía trece años. Ha pasado tanto tiempo... La pintura es La muerte del sepulturero, de Charles Schwave.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El péndulo

Me hago agua
y me derramo hacia dentro
para ser sangre.
Fuera llueve.
Fuera.

Desearía penetrarme
y romper las cuerdas de hueso
entre la escarcha
que abren cuatro violines.
Desearía dibujar
estrellas
en mis pechos
y besarlas
una y dos y cuatro,
y setecientas cinco
veces.

Mi infancia
es el soplo herido
de una sombra
que no pudo
ni puede ser.
Jamás.
Mi infancia es un juego
de soledades,
una condena a ciegas
al sepulcro y la muerte.

Pero me rebelé
y arañé las paredes de mármol
porque una uña tiene el valor
de los viejos elefantes.


Nota final: Pizarnik y el comienzo de curso tienen la culpa de esto. La foto es de mi adorada Lee Miller.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Vigilias

I

Me da miedo el reflejo
de los neones
y sé,
desnuda,
que soy frágil bajo las luces.
Por eso te quiero así,
oscuro,
hecho de dos vientres
y dos sangres.
Por eso
Atropmi em on
ante sus voces
marchitas.
Cógeme, arrástrame, llévame
lejos de las calles desiertas
donde corro perseguida
por las hojas y los fantasmas,
donde mi pecado es el
revoloteo
rojo de las faldas y
las palabras ocultas.
Los ritos son necesarios.
Déjame soñar
la noche de mil cristales
a tus pies
de metal y arcilla.

II

Dormí
en el mar hecho de nieve,
los cadáveres flotan
y devoran en silencio los dedos
con la garganta abierta.
Yo tenía
un caballo,
una espada,
dos pedazos de metal
y el pecho
izquierdo
desnudo. Y
galopaba, porque se cerraba el mar
y se cerraban las nubes de nieve sobre mí.
No existía espejo,
ni aire,
ni máscara.
Mi rostro
era la sima rota
de los vacíos
que se enfrentan.
Yo besaba las plumas
verdes
de las aves
antes de arrancarles el corazón
y devorarlo.
Ni siquiera sabía respirar.

III

Pero se abrieron los cristales
y caí hacia lo alto.
El agua me marcaba de frío
y me lamía la piel
en círculos concretos.
El aire me acariciaba
la punta de las pestañas
rizadas
en mil ochocientas cincuenta y cuatro
vueltas.
Los espejos se escondían de oscuros.
Toqué la sombra cálida
y me corté los dedos.
Despacio.
Bebí mi sangre
que era la suya.
Bebí mi sangre
para salvarme, para salvarte,
para salvarnos a todos.
Porque yo me colgué de la cruz inmensa
con un clavo oxidado en cada mano.
Por tres días vi la luz
y por tres días le volví el rostro.
Y a los trece minutos resucité.

IV

Entonces cesó la angustia
de sueños
y el dolor
estalló con mil agujas
entre mis sienes.
El grito se hizo grulla
en el páramo violeta.
Era mi grito
y por eso te pertenecía.


Nota final: La imagen es una obra de Kush que me recuerda mucho a Dalí.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Nocturno

Visita en esta noche a tu condenado a muerte
(El condenado a muerte, Jean Genet)

Soñé
que yacía en la encrucijada
donde laten cuatro castillos
y humean las ruinas
y las serpientes abiertas.
Soñé que me mordías entera
con los ojos vueltos del revés
y los cabellos haciendo torres
de coral y de sangre
y de vida y de cielo.
Pero me gusta el amarillo
y me gusta demasiado temblar
si sopla viento
y arañar el casco de los barcos
antes de que me cuelguen
por los tobillos
a las puertas de la muralla.
No tengo miedo.

Me corté dos dedos
de la mano izquierda
porque los sacrificios
son dulces en los picos de los
cormoranes.
Y dejé
que ellos me arrancaran
el pelo
mechón a mechón,
gota a gota
de sangre quieta
porque quería ser tu puta.

Soñé
que yacía en la encrucijada
con las manos atadas a los cuatro
puntos del viento
y que las nubes
cortantes
como de acero
me besaban los labios.

Mi sexo es una orquídea
húmeda.

Y no había silencio
ni gritos.
No había nada
porque yo no era nada
ni nadie.
Porque
yo
era tan sólo el pulso mantenido
que se desvanece y renace.

Soñé
que yacía en la encrucijada
con los ojos velados
y las manos atadas
a las cuatro señales
del viento.


Nota final: Esto debe leerse con Venus vina musica, de Corvus Corax a modo de fondo musical.