lunes, 31 de mayo de 2010

Ella no vio las tijeras

Es sangre de caverna oscura. Es vida señalada de clavos, herida de maleza y junco. Es camino borrado y sendero hacia el río. Es susurro de muerte y viento. Es silencio de iglesia y llanto quebrado. Es, eres, soy. Yo.

Él corrió tras la luna. Era pálida, de hielo y de mar. La acunó entre sus brazos de madera y vidrio. Besó sus labios de cielo. Ella se quebró. Se rompió en mil pedazos semejantes al aire de plata. Cayeron. Y la doncella desnudó su piel blanca, como la de un lirio florecido a la sombra de los gigantes. Ella rasgó su piel, de albaricoque y cereza, de sangre embravecida y calma. La hierba se tiñó de oscuro, y por un instante estuvo hecha de luz la umbría. La muchacha gritó, y se arrancó su corazón de carne. Sangrante, húmedo, cálido, así lo extrajo de sus entrañas mistéricas, de su seno de mujer que no conoce la doble luna de su pecho. Y con manos temblorosas lo extendió hacia el cielo, en un clamor oscuro y pleno de éxtasis, en un gemido ronco tejido con el júbilo que precede a la desgracia. Las estrellas, celosas, recibieron la agonía de su grito y se complacieron en ella. Había unas tijeras afiladas entre las margaritas, un lagarto de metal sobre las piedras y una fotografía rasgada que ardía sin quemarse. Ella no vio las tijeras. Tampoco el lagarto. Sus ojos ignoraron la fotografía. Se arrodilló frente a su corazón, que inmóvil llamaba a la muerte, y arrancó las margaritas, tomó el metal y buscó el fuego. Las flores se tiñeron de rojo, y rojo brilló el metal entre las llamas. La doncella supo que se apagarían. Y su grito ascendió en el más perfecto crescendo de la agonía, pero nadie pudo escucharlo. Mordió con saña las margaritas y descubrió el dolor del silencio. Sí, exactamente así. Su herida de vida y de sangre. Sus dedos aferraron un instante el aire de plata, antes de desvanecerse. Encontró al fin aquellos labios de ceniza gris en el suave abrazo de la eternidad y del espejo.


Música para este post: Nemo, de Nightwish.
Nota final: Esta vez no creo que pueda explicar nada acerca de este texto, salvo que tiene bastante de escritura automática, al menos en lo que a no pensar en pura estética y formalismos se refiere. Es una mezcla de necesidad de escribir y razones para no hacerlo. Es un no saber, no conocer, un puro perderse en el recuerdo. Un no querer escuchar. Un conocer y no decir. Una angustia, como diría Lorca, de cielo, mundo y hora. Insostenible.

viernes, 28 de mayo de 2010

Mi Moleskine

Reposa al lado de mi teclado, sobre la mesa, una suerte de emisario del pasado y del futuro que se mantiene dentro de su envoltorio de plástico. Estática. Mi Moleskine. Sus cubiertas negras, su goma suave, sus páginas que se adivinan olorosas. Y, aún así, todavía no la he abierto. En un libro que tengo en relativa estima, El principito, aparece la clave. Quienes me conozcan lo bastante bien posiblemente sepan por qué El principito y yo nunca hemos llegado a querernos del todo, pero ahora no hay palabras más oportunas que Los ritos son necesarios. Cuando era pequeña, entre tanta referencia evangélica y omnipresencia católica, ante la palabra rito inevitablemente aparecía la misa. Ahora tengo que confesar que me sugiere otra clase de pensamientos. En dos líneas, a decir verdad. Una relativa a un mundo antiguo y pagano, de mármol y rosas de Pieria, con la andrógina perfección de Heliógabalo luna danzando en honor al sol. Y la otra, a todo aquello que exige una preparación y unos pasos. Como quien comulga, quien mata, o quien hace el amor en el tálamo, vaya. Supongo que tiene algo de místico, incluso -o especialmente- para una atea. ¿Una Moleskine? Esta vez es cierto. Esta vez importa más el símbolo, y quien quiera mirar tras él, como diría Oscar Wilde, lo hace a su propio riesgo.


Nota final: Sí, es inevitable. Hacia abajo, hacia arriba, y una pirueta final antes de lanzarse al precipicio. Todo en mí ha emprendido una carrera desbocada y en medio de los jadeos agonizantes de quienes se quedan atrás y son pisados, reluce algo. Pero muere. Todo. Todos mueren. Porque en las guerras, esas de verde contra verde, de espejo y alma, nadie se proclama vencedor. Estoy empezando a olvidar cómo se llora y a reír sin causa y sin alegría, de modo que tristeza y felicidad son sólo un páramo frío, y tan sólo se distinguen las notas discordantes de la hiperactividad y la desesperación extrañamente calma. Y hoy llevo todo el día con Personal Jesus, de Marilyn Manson.

lunes, 24 de mayo de 2010

Porque Orlando era un poco torpe

Pronto cubrió de versos diez y más páginas. Era sin duda un escritor copioso, pero era abstracto. El Vicio, el Crimen, la Misericordia eran los personajes de su drama; había Reyes y Reinas de territorios imposibles; horrendas conspiraciones lo consternaban; sentimientos nobles lo inundaban; no se decía una palabra como él mismo la hubiera dicho; pero todo estaba enunciado con una fluidez y una dulzura que, considerando su edad -estaba por cumplir los diecisiete- y el hecho de que el siglo dieciséis tenía aún muchos años que andar, era asaz notable. Sin embargo, al fin hizo alto. Describía, como todos los poetas jóvenes siempre describen, la naturaleza, y para determinar un matiz preciso de verde, miró (y con esto mostró más audacia que muchos) la cosa misma, que era arbusto de laurel bajo la ventana. Después, naturalmente, dejó de escribir. Una cosa es el verde en la naturaleza y otra en la literatura. La naturaleza y las letras parecen tenerse una natural antipatía; basta juntarlas para que se hagan pedazos. El matiz de verde que ahora veía Orlando estropeó su rima y rompió su metro. Además, la naturaleza tiene sus mañas. Basta mirar por la ventana abejas entre flores, un perro que bosteza, el sol que declina, basta pensar 'cuántos soles veré declinar', etcétera, etcétera (el pensamiento es harto conocido para que valga la pena escribirlo), y uno suelta la pluma, toma la capa, sale fuera de la pieza, y se golpea el pie en un arcón pintado. Porque Orlando era un poco torpe.

[Orlando, de Virginia Woolf
Traducción de Jorge Luis Borges]


Nota final: No diré nada. El tiempo es mi voz. El se oscurece, brilla, desahoga su rabia en lluvia de cristal y abrasa con su calor. Se parece a mí. A mis cambios. A mi inestabilidad. Hoy le he dicho una verdad muy grande a alguien, a causa de una tontería. Lo que hay detrás de mis ojos es, desde hace tiempo, eso que Lorca llamaba el mar que deja de moverse. Y entonces es cierto. ¿Qué? Que no existen más palabras que pronunciar acerca de una realidad de dos caras frías, de verde y de oscuridad de bosque.

sábado, 22 de mayo de 2010

Broadway Hotel

Sé cómo descubrí la música de Al Stewart; realmente fue una tontería. Hace unos cuantos años, en uno de las innumerables colecciones dependientes de uno de los innumerables periódicos que se venden en nuestro país -y, a estas alturas, creo que miraré con el mismo gesto al ABC que a El País-, apareció un CD de este cantante. Year of the cat. Estoy acariciando ahora mismo ese álbum, rozando con los dedos la carátula y preguntándome por qué los gatos son tan perfectos. Irónico.


Broadway Hotel es una de las canciones de mi vida. No conozco el motivo exacto. Hay algo en la música, en la letra, en la voz de Stewart, en el violín tan expresivo que aparece en algunas de las versiones... que inevitablemente ha pasado a formar parte de los sonidos de mi existencia. Podría decirse que es el sonido de mi existencia. Significado aparte; eso no importa. La emoción que transmite, los momentos más cercanos a la alegría y el desgarro, la simple pluralidad de sonidos entre batería, voz humana y violín... ¿qué expresa más que eso?

Love was a rollaway
Just an unfold away
That's all there is to say
No-one came near

Alone in your room you hide
as the night rolls by
In the street outside
And you feel over the words he said
Till they turn to rain all around your head


Recuerdo esta canción en demasiados momentos. Un avión hacia Roma. Una tarde lluviosa de hace dos años y media, con la ventana reflejando un sueño roto. Una lectura, la más perfecta de toda mi existencia, y el descubrimiento de Una casa de granadas. Un punto común con esa persona tan cercana y aterradoramente lejana al tiempo. Un trayecto breve hacia las rosas y las margaritas. Una petición cumplida. Creo que llevo cerca de seis años considerando esta canción como un fragmento central de mi banda sonora. No sólo irónico. También inevitable. Y, como afirman quienes me conocen que digo a menudo, interesante.


Tengo un pedazo de hielo en las manos, un puñal de hierro y de sal a mis pies y unas botas para arañar la rosa. Tengo el susurro de la primavera grabado en la carne y el calor de la luz de la arena dibujado en mi piel. Tengo un montón de recuerdos que desgarrar y un paquete de cigarrillos que arrojar desde la ventana. Tengo una colección de segundos rotos en los que no deseo pensar y que danzan entre hierbas. Tengo frente a mí un camino que no soy capaz de recorrer.
Y, sin ningún motivo aparente, ésta es la canción que he escuchado mientras escribía... End of all hope, de Nightwish.

jueves, 20 de mayo de 2010

Rus de Kiev

—Rus de Kiev —dijo el maestro. Rus de Kiev.
Un insoportable horror hizo presa en mí. Sin poder
contenerme, respondí:
—Está en ruinas, se ha quemado. Ese lugar no existe.
No está vivo como Venecia. Es un lugar en ruinas, frío,
sucio y desolado. Sí, ésa es la palabra. —Estaba
mareado. Creí distinguir una ruta de escape de aquella
desolación, pero era fría y oscura, una ruta tortuosa que
conducía a un mundo de eternas tinieblas donde el único
olor que emanaba de las manos, la piel y la ropa era el
olor a tierra.
Me aparté de la mesa y salí precipitadamente de la
habitación. Atravesé todo el palacio a la carrera. Bajé la
escalera corriendo y crucé las estancias inferiores que
daban acceso al canal. Cuando regresé, hallé al maestro
solo en la alcoba. Estaba leyendo, como de costumbre.
Leía el libro que le había impresionado más
recientemente, Consolación de la filosofía, de Boecio.
Cuando entré, alzó la vista del libro.
Me detuve en el umbral, pensando en mis recuerdos
dolorosos. No conseguía atraparlos. ¡Paciencia! Se
desvanecían en la nada como hojas en un callejón, las
hojas que el viento acumula sobre los tejados y a veces
se deslizan por las tapias verdes de los jardines.
—No quiero —dije de nuevo.
—Algún día lo recordarás con claridad, cuando tengas
la fuerza suficiente para sacar provecho de ello —repuso
él, cerrando el libro—. Pero ahora deja que yo te
consuele.


[
Armand el Vampiro, Anne Rice]

lunes, 17 de mayo de 2010

Finis Terrae

Viajar al fin de la Tierra. Culminar un camino con el paso firme de quien no tiene la más remota idea del lugar al que se dirige, pero permite que sus pies avancen de todos modos. Allí no había silencio. Voces, unas altas y otras más suaves, graves y agudas, chillidos de gaviota herida y de alma inconsciente al borde del precipicio. Quería que callasen. Necesitaba hallar la paz dentro de mí y, entonces, lo hicieron. Se sumieron en la quietud del olivo.

No existía sino el mar y la sombra apacible. Brillaba, como mil soles decadentes y atravesados en el asta de la historia, como mil alegrías de luna y de infierno musical. El Bosco. Y luego, un silencio de muerte y de eternidad, que llama y suplica. ¿Locura? Ah, triste y dulce realidad de sueño. Sentada sobre la roca, perdí los ojos entre las hierbas. Dejé las manos en el liquen y olvidé los oídos en el griterío lejano. Tan sólo tierra, fuego y mar. Ardía. Y el aire también. Todo ardía. Dentro de mi interior helado, nada. Nada. ¡Nada! Nada excepto tu ausencia de margaritas y de rojas páginas rasgadas. ¿Qué es esta tristeza tan tonta de saber y no decir? ¿Qué es esta risa tan melancólica de presentir y no advertir? ¿Qué es este susurro de muerte y de viento?

Y la nave va, como en la película de Federico Fellini. Se aleja, aún sabiendo que en el mar existe un débil y leve surco. Éste se difumina. Yo no soy de mar. Yo soy de tierra abierta y herida, de tierra quemada que se esconde en lo negro de las estrellas y vuelve su rostro para que la luz no la encuentre. Yo soy de maleza incendiada y oscura, de árboles tronzados y de juncos que se doblan una y otra vez, pero que jamás llegan a romperse. Hasta que un día lo hacen. Hoy he llegado al fin del mundo. Y, por un momento, no he sentido el más mínimo interés por regresar.


Nota final: Hoy es el Día contra la Homofobia y el Día das Letras Galegas. Así que, señorit@s, quedémonos con El que quiera entender, que entienda, de Mägo de Oz, y olvidemos estupideces y prejuicios que no conducen a ninguna parte. No voy a extenderme aquí acerca de las diferentes formas de homofobia, de lo que ésta ha causado y sigue causando, ni voy a detenerme en anécdotas particulares y generales, ni añadir textos literarios que ya veis por aquí frecuentemente (que ni Oscar Wilde ni Renée Vivien eran precisamente heteros).
Felicitaciones a Uxío Novoneyra. Para mí, siempre quedará ese Porque non podo ser nin ser así, que tan bien refleja cómo me siento a veces. He estado en Fisterra... es decir, en Finis Terrae. Y ha sido un día melancólico. Porque no puedo con esta dualidad absurda de ánimo. Porque no puedo pensar tanto, ni perderme de esta manera en mí. Porque debería hacer un montón de cosas, y no quiero. Porque sería interesante empezar por enfadarme y acabar por enviar al mundo a su fin, por convertir mi respiración en misantropía. Pero, sin embargo, vivo estática. Con lo que me gusta el dinamismo... ¡Ah, y no deseo olvidarlo! El resto de las fotos de hoy, como siempre, en mi galería.

domingo, 16 de mayo de 2010

Mi caracola

No tengo nada si no es el susurro de tu voz en un caracola. ¿La tuya? Es la mía. Mi espejo. Narcisismo. Quiero ser narcisista. Quiero bailar un minuetto con el hermano de Luis XIV, y pienso hacerlo ya. En tierra de sueños. En la realidad, estos no existen. No existe nada. Una verdad concreta de cielo y de aire que no deseo para mí. Jamás, jamás. Mi caracola. Morderé la hiel de su dolor, y lo haré mío. ¡Quiero mi habitación de espejos! Nadie la trae. Sola, sin mi habitación de espejos. Sola, sin el hermano de Luis XIV para enseñarme a ser una mujer de verdad. Sola. ¿Sola? Mi caracola. Viviré de tu sabor de sal y de tu sangre de lirio. Tú sabrás llevarme lejos de la oscuridad y la luz que habitan dentro de mí, y que hoy me desgarran en opuesta fuerza. Tú sabrás tronzar el recuerdo y arrastrarme al lugar del que habla Cernuda. Sí, en los vastos jardines sin aurora...


sábado, 15 de mayo de 2010

Un grito ahogado en la garganta

Un grito ahogado en la garganta
de hiel, de sangre, de seno herido.
Un grito ahogado en la garganta
de recuerdo eterno, de odio, de olvido frágil.
Un grito ahogado en la garganta
me muestra la importancia de la caracola,
me ordena rozar con dedos hipócritas la piel de una sirena
y condena mi ser a arrancar las alas de las mariposas.
Así. Tu ardida respiración de agonías
y mi dolor de agua y de tierra,
tan lejano al azul y a los soles,
tan lejano a tus ojos de humo y niebla,
tan lejano a las palabras que deben volar lejos
tras comprender que en mi pecho jamás hallarán cobijo.
Rota. Ella ha marcado mis labios
con su aliento de escarcha y hojas;
ella ha convertido mi voz en suspiro
y ha arañado el cristal con la oscuridad de la luna.
Por siempre. Un grito ahogado en la garganta
que la quiebra, la destroza, la convierte en aire vacío.
Un grito ahogado en la garganta,
fugitivo que arrasa la tierra quemada y seca,
hoy maldición y sueño, desvelo y angustia.
Un grito ahogado en la garganta,
tan sólo un eco ausente,
perdido en lo profundo de la realidad concreta.


Música para este post: Nothing else matters, versión de Apocalyptica.
Nota final: Tengo demasiadas palabras y, en ocasiones, ninguna. Eso es peligroso. Significa que a veces quiero respirar y que otras no deseo el aire. Significa que la Histeria me hace suya con su hermana la Furia, y ambas me abandonan luego en los brazos crueles de la depresiva Tristeza. ¡Son tan crueles! Venga, busca el silencio. Y me permitiré decirlo claro. Que no vivo en un mundo de piruletas, ni quiero hacerlo. En todo caso, haría que fuesen quebradas. Sí, es verdad. Puede hundirse el planeta. Yo seguiré aquí.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Poema doble del lago Edén

Me asombra la manera en la que mis fragmentos favoritos de Lorca se acomodan mágicamente a cada uno de mis estados de ánimos, de manera que se convierte en el que el poeta al que regresar con el dardo hundido en el pecho, con la soledad de calles y de masas, con las granadas abiertas y sangrantes o con la mirada de negrura y amargas hierbas al pasado. Poema doble del lago Edén me impresionó desde la primera vez que lo leí. De Poeta en Nueva York, creo que siempre volveré a él, que siempre estará ahí, agazapado entre pilas de notas a pie de página de mi existencia, para que regrese en cuanto resulte necesario. Hoy es uno de esos días-

Poema doble del lago Edén

Nuestro ganado pace,
el viento espira
(Garcilaso)


Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

martes, 11 de mayo de 2010

Cuatro elementos

Cuatro elementos. Carta, olvido, frenesí y muerte

Puerta y luna de doble rostro aguzado,
hombre y mujer a los pies del olvido,
garza esbelta de cabellos de oro oscuro,
ácido dolor de silencio, palabra y ausencia.

Pálida extensión de aire lento,
hoy respirado por los muertos llorosos;
cadáveres fríos que se desgarran la garganta
con dedos de diamante y de rubí,
cadáveres fríos que gimen tu nombre
en las entrañas de la tierra aún virgen;
cadáveres fríos que se acarician
y encuentran la luz en el clímax del agua.

Caballero de armadura rota,
veo tu caminar perdido, tus pasos de amazona errante,
tus manos alzadas al cielo en una eterna pregunta.
Estúpido.
Ríe. Baila la danza de hierba y de musgo,
asfixia tu tristeza de noche y de estrella,
bebe de las llamas del infierno que acaricia al sol
en uraniana pasión de espuma y viento.
Escóndete en el seno de la diosa
y abraza las sáficas rosas de Pieria.


Nota final:
Nada en especial que deba ser dicho. Estoy creativa, cierto, pero debería dormir un poco más. Pensar un poco menos. Encontrar una salida. Una colección de caóticas dualidades, ¡condenado maniqueísmo de histérica! ¿Y la imagen? Santiago, claro está. Ah, y Cernuda. Donde habite el olvido, allí, allí.

domingo, 9 de mayo de 2010

Uno de los poetas malditos...

Me hubiera gustado demasiado conocer a Arthur Rimbaud. Sentarme en un café parisino con él y pedirle que me recitase uno de sus poemas. O, quizá, preguntarle acerca de lo que sólo él sabía de su relación con Verlaine. Tal vez pedirle una teoría original y auténtica acerca del decadentismo, no una de esas banales afirmaciones de crítico actual que roza fugazmente un estilo y no llega a vivir su más pura esencia. Es probable que le hubiese extendido un bolígrafo para que firmase bajo su nombre en un ejemplar de Los poetas malditos. Interesarme por sus inicios literarios y susurrar un par de palabras admirativas hacia su artística precocidad. Sugerirle que calificase con una palabra a Baudelaire y me hablase de sus versos favoritos de este autor. Y, más tarde, supongo que estrecharle gentilmente la mano y decirle que le admiro. Mucho.


Yo vi los archipiélagos siderales que el hondo
y delirante cielo abren al bogador.
¿Te recoges tú y duermes en las noches sin fondo,
millón de aves de oro, venidero vigor?

El acre amor me ha henchido de embriagador letargo.
Lloré mucho. Las albas son siempre lacerantes.
Toda luna es atroz y todo sol amargo.
¡Que se rompa mi quilla y vaya al mar cuanto antes!

Si yo ansío algún agua de Europa es la del charco
negro y frío en el cual, al caer la tarde rosa,
en cuclillas y triste, un niño suelta un barco
endeble y delicado como una mariposa.


¿Sabéis cómo descubrí la literatura de Rimbaud? Fue una tontería. Una frase. Le coeur volé, palabras cuyo significado desconocía. Indagando, resultó ser uno de sus primeros poemas. El corazón robado; conociendo la historia, todavía sigue dejándome un regusto a medias amargo, a medias profundo. Ya sabéis, aquello que por el medio incluía ese Oleajes abracadabrantescos tomad mi corazón, que sea salvado y acababa con ¿Cómo actuar, oh corazón robado?

Nota final: Complicado. Unas horas complicadas, pero en estos momentos me resulta indiferente. Tengo ganas de jugar a verme en el centro. Y, a lo tonto, no hago más que escuchar HIM. Rimbaud me está animando... volveré a Baudelaire y su simbolismo en menos que se pronuncia la palabra 'poeta'. Buscando El barco ebrio para poder copiar un fragmento, me he enterado (¡Bendita Wikipedia!) que hay una película sobre el escritor, centrada en su relación con el también autor Paul Verlaine. Creo que la veré; espero que no sea una suerte de cotilleo histórico-literario. Necesito algo que inspire y llene.

viernes, 7 de mayo de 2010

De nuevo el mundo tiene un centro. Todo se ha detenido, ha dejado de girar en una órbita inconstante y quebrada. Es tiempo de cerrar puertas y de reírse de la tristeza en su propio rostro ajado y frágil. Es tiempo de redescubrirse.

Hay demasiadas cosas que he descubierto otra vez esta tarde. Es verdad eso que dicen de que, a veces, por no llorar, se ríe. De esa manera desaforada e histérica, como si con cada carcajada se tratazas la última letra de una sentencia de muerte dedicada a la humanidad. ¿Misantropía? Nada más alejado de la realidad. Quiero abrazar al mundo, aún pese al dolor que éste lleva años causándome. Quiero pensar que existe el color esperanza. Y quiero cree, por encima de todo, en mí misma.

Lo estoy haciendo. Armarios, corredores, espejos y vidrios translúcidos. No necesito ventanas. Que alguien me regale esa habitación llena de espejos donde hacía el amor el gran Horacio según un autor de extraños ensayos cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, pero que, si mi mente quiere, regresará mañana o pasado. Cuando tenía unos años menos, creo que hace seis o quizá más, pusieron en la televisión un reportaje sobre Almodóvar. Había una secuencia parecida; me fascinó, para qué negarlo. Quiero esa habitación, y la quiero ya. No para hacer el amor, pues no tengo ganas ni de usar semejantes palabras ahora mismo, sino para tenderme en el suelo y observarme. Ver más allá. Debería ser un espejo de almas, un espejo semejante a las pupilas de las personas.

He regresado a muchas cosas, y purificado otras. Música… ¿cuánto puede redescubrirse en dos horas? Era, Karl Jenkins, Lacuna Coil, Mägo de Oz, Sawa, Pet Shop Boys y, especialmente Bowie. Con su I don’t believe in modern love, que me hace corearle y regresar inmediatamente a su discografía. Era… Había abandonado durante demasiado tiempo este grupo, y hay pocas cosas que me hagan sentirme tan mística, natural y tranquila. Jenkins… Su misa por la paz me fascina, ese concierto que ya no habla de religiones, sino de personas, de lo absurdo de la idea bélica y del destrozo humano que trae consigo la guerra. Todavía hoy me pone la carne de gallina, como ese Dies Irae que me obliga a sentirme… extraña. Poderosa, aterrorizada y fascinante. Estoy lo bastante sumergida en culturas antiguas y cultura actual de dichas culturas como para no conmoverme frente a la reinterpretación. Así debía sonar Zeus al enfadarse…

Voy a regalarme mi vida. Mañana mismo correré a comprar el libro que me apetece y me pasaré la mañana en las tiendas que he elegido. Pondré la música que quiera y gritaré que me gusta todo, y que no me gusta nada. La semana que viene, Finisterre; casi lo he conseguido. Será mágico. Solas Yuri y yo frente a la inmensidad del mar… ¿le había hablado a alguien de lo mucho que quiero a mi cámara? Y deseo ver a muchas personas, aunque me importen pocas. Abrazar a esas que en efecto me importan y cerrar un capítulo que llevaba abierto a muchos respectos. Ese capítulo que habla de dar valor a lo que no lo tiene. De dar, con simpleza. De jugar con espejos distorsionados y, en el fondo, despreciarme. De pretender lo que no puede conseguirse.

Mi proyecto de audiovisuales va viento en popa, y aún así sé que no me gustará del todo. Pero están siendo unos ratos extraordinarios y estoy aprendiendo tanto que acabaré por dudar incluso más de la inutilidad de las clases al uso. No seré yo quien cuestione el pletórico de orgullo sistema educativo con su enorme número de facetas incumplidas; en lo que a mí respecta, hemos seguido caminos diferentes. Y me da igual. Me importa exactamente lo mismo que debió importar a Lesbia el hecho de que Catulo llorase poema a poema.

Tengo una larga de películas que ver y otras a las que debo regresar. Una pila de libros por leer, un montón de cosas por hacer y por vivir. Y me tengo a mí. Eso es lo que importa. Narciso debería ser deificado en lugar de condenado a dar nombre a una suerte de patología psicológica; los decadentistas sí sabían, ¡viva Heliogábalo! No quiero engañar a nadie. No me aprecio lo bastante como para tener un asomo de narcisismo, pero cuando leo a Rimbaud, creo que puedo conseguirlo. Que hablando de Rimbaud, ¿dónde se ha metido mi antología de poesía gay y lésbica? Necesito versos, y los necesito ya. Hoy no pienso esperar a nada ni a nadie. Queda por saber si lo haré en un futuro.


Sí, el cuadro es de Dalí. Últimamente tengo un particular gusto por los artistas vanguardistas y me está volviendo a llamar la atención el surrealismo. Notas de campo: volver a ver
Un perro andaluz. Hacerlo ya. Ahora.

jueves, 6 de mayo de 2010

Yo fui

Así escribía Luis Cernuda en Donde habite el olvido. Y a mí me emociona más cada día.

Yo fui.

Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.

Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra
caí en lo negro, en el mundo insaciable.

He sido.

lunes, 3 de mayo de 2010

Mi vida. Un fuego, una luz de mil diamantes quebrados y hundidos en la carne, un retorcerse de hojas frescas en mayo. Un ansia de devorar la existencia y beber hasta los posos la copa de la vida. Ah, ¿qué es esto que me recorre? Como si, con cada respiración, señalase una nota más aguda en una sinfonía de los infiernos, un agudo canto de dolor y gozo en los altares de cristal.