sábado, 22 de mayo de 2010

Broadway Hotel

Sé cómo descubrí la música de Al Stewart; realmente fue una tontería. Hace unos cuantos años, en uno de las innumerables colecciones dependientes de uno de los innumerables periódicos que se venden en nuestro país -y, a estas alturas, creo que miraré con el mismo gesto al ABC que a El País-, apareció un CD de este cantante. Year of the cat. Estoy acariciando ahora mismo ese álbum, rozando con los dedos la carátula y preguntándome por qué los gatos son tan perfectos. Irónico.


Broadway Hotel es una de las canciones de mi vida. No conozco el motivo exacto. Hay algo en la música, en la letra, en la voz de Stewart, en el violín tan expresivo que aparece en algunas de las versiones... que inevitablemente ha pasado a formar parte de los sonidos de mi existencia. Podría decirse que es el sonido de mi existencia. Significado aparte; eso no importa. La emoción que transmite, los momentos más cercanos a la alegría y el desgarro, la simple pluralidad de sonidos entre batería, voz humana y violín... ¿qué expresa más que eso?

Love was a rollaway
Just an unfold away
That's all there is to say
No-one came near

Alone in your room you hide
as the night rolls by
In the street outside
And you feel over the words he said
Till they turn to rain all around your head


Recuerdo esta canción en demasiados momentos. Un avión hacia Roma. Una tarde lluviosa de hace dos años y media, con la ventana reflejando un sueño roto. Una lectura, la más perfecta de toda mi existencia, y el descubrimiento de Una casa de granadas. Un punto común con esa persona tan cercana y aterradoramente lejana al tiempo. Un trayecto breve hacia las rosas y las margaritas. Una petición cumplida. Creo que llevo cerca de seis años considerando esta canción como un fragmento central de mi banda sonora. No sólo irónico. También inevitable. Y, como afirman quienes me conocen que digo a menudo, interesante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario