viernes, 7 de mayo de 2010

De nuevo el mundo tiene un centro. Todo se ha detenido, ha dejado de girar en una órbita inconstante y quebrada. Es tiempo de cerrar puertas y de reírse de la tristeza en su propio rostro ajado y frágil. Es tiempo de redescubrirse.

Hay demasiadas cosas que he descubierto otra vez esta tarde. Es verdad eso que dicen de que, a veces, por no llorar, se ríe. De esa manera desaforada e histérica, como si con cada carcajada se tratazas la última letra de una sentencia de muerte dedicada a la humanidad. ¿Misantropía? Nada más alejado de la realidad. Quiero abrazar al mundo, aún pese al dolor que éste lleva años causándome. Quiero pensar que existe el color esperanza. Y quiero cree, por encima de todo, en mí misma.

Lo estoy haciendo. Armarios, corredores, espejos y vidrios translúcidos. No necesito ventanas. Que alguien me regale esa habitación llena de espejos donde hacía el amor el gran Horacio según un autor de extraños ensayos cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, pero que, si mi mente quiere, regresará mañana o pasado. Cuando tenía unos años menos, creo que hace seis o quizá más, pusieron en la televisión un reportaje sobre Almodóvar. Había una secuencia parecida; me fascinó, para qué negarlo. Quiero esa habitación, y la quiero ya. No para hacer el amor, pues no tengo ganas ni de usar semejantes palabras ahora mismo, sino para tenderme en el suelo y observarme. Ver más allá. Debería ser un espejo de almas, un espejo semejante a las pupilas de las personas.

He regresado a muchas cosas, y purificado otras. Música… ¿cuánto puede redescubrirse en dos horas? Era, Karl Jenkins, Lacuna Coil, Mägo de Oz, Sawa, Pet Shop Boys y, especialmente Bowie. Con su I don’t believe in modern love, que me hace corearle y regresar inmediatamente a su discografía. Era… Había abandonado durante demasiado tiempo este grupo, y hay pocas cosas que me hagan sentirme tan mística, natural y tranquila. Jenkins… Su misa por la paz me fascina, ese concierto que ya no habla de religiones, sino de personas, de lo absurdo de la idea bélica y del destrozo humano que trae consigo la guerra. Todavía hoy me pone la carne de gallina, como ese Dies Irae que me obliga a sentirme… extraña. Poderosa, aterrorizada y fascinante. Estoy lo bastante sumergida en culturas antiguas y cultura actual de dichas culturas como para no conmoverme frente a la reinterpretación. Así debía sonar Zeus al enfadarse…

Voy a regalarme mi vida. Mañana mismo correré a comprar el libro que me apetece y me pasaré la mañana en las tiendas que he elegido. Pondré la música que quiera y gritaré que me gusta todo, y que no me gusta nada. La semana que viene, Finisterre; casi lo he conseguido. Será mágico. Solas Yuri y yo frente a la inmensidad del mar… ¿le había hablado a alguien de lo mucho que quiero a mi cámara? Y deseo ver a muchas personas, aunque me importen pocas. Abrazar a esas que en efecto me importan y cerrar un capítulo que llevaba abierto a muchos respectos. Ese capítulo que habla de dar valor a lo que no lo tiene. De dar, con simpleza. De jugar con espejos distorsionados y, en el fondo, despreciarme. De pretender lo que no puede conseguirse.

Mi proyecto de audiovisuales va viento en popa, y aún así sé que no me gustará del todo. Pero están siendo unos ratos extraordinarios y estoy aprendiendo tanto que acabaré por dudar incluso más de la inutilidad de las clases al uso. No seré yo quien cuestione el pletórico de orgullo sistema educativo con su enorme número de facetas incumplidas; en lo que a mí respecta, hemos seguido caminos diferentes. Y me da igual. Me importa exactamente lo mismo que debió importar a Lesbia el hecho de que Catulo llorase poema a poema.

Tengo una larga de películas que ver y otras a las que debo regresar. Una pila de libros por leer, un montón de cosas por hacer y por vivir. Y me tengo a mí. Eso es lo que importa. Narciso debería ser deificado en lugar de condenado a dar nombre a una suerte de patología psicológica; los decadentistas sí sabían, ¡viva Heliogábalo! No quiero engañar a nadie. No me aprecio lo bastante como para tener un asomo de narcisismo, pero cuando leo a Rimbaud, creo que puedo conseguirlo. Que hablando de Rimbaud, ¿dónde se ha metido mi antología de poesía gay y lésbica? Necesito versos, y los necesito ya. Hoy no pienso esperar a nada ni a nadie. Queda por saber si lo haré en un futuro.


Sí, el cuadro es de Dalí. Últimamente tengo un particular gusto por los artistas vanguardistas y me está volviendo a llamar la atención el surrealismo. Notas de campo: volver a ver
Un perro andaluz. Hacerlo ya. Ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario