martes, 29 de junio de 2010


Y es que apenas faltan dos meses para que nos veamos.

lunes, 28 de junio de 2010


Hoy me siento como Orestes. Exactamente así. Y, al mismo tiempo, veo en el espejo a Clitemnestra. Qué terrible y abominable crimen. Qué tragedia tan sublime y perfecta. Qué complejidad de eternidades. Qué fusión de sentires y de almas, qué concepción de dualidades y tristezas.
Fui feliz en el instante de la sangre. De mi sangre. Creí que podría sobrevivirme. Pero jamás pensé en las Furias.

Y Rilke decía...

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Anteriormente le preguntó a otros. Los lleva a las revistas. Los coteja con otros, y se preocupa porque algunas reacciones los rechazan. Entonces (como usted me ha permitido aconsejarlo), le suplico que abandone eso. Usted mira hacia fuera, y es precisamente lo que no debe hacer ahora. Nadie puede aconsejarlo ni ayudarlo, nadie. Solamente existe una manera: entre en sí mismo. Descubra el fundamento que lo lleva a escribir; investigue si tiene raíces en el lugar mas profundo de su corazón; reconozca si para usted sería necesaria la muerte en caso de ser privado de escribir. Esto ante todo: pregúntese en la hora más callada de la noche: ¿debo escribir?. Busque en lo mas profundo de sí mismo la respuesta. Y si ésta es afirmativa, si enfrenta esta grave pregunta con un seguro y sencillo "debo", siendo así, edifique su vida conforme a tal necesidad: su vida, aún en la hora mas insignificante y pequeña, debe ser signo y testimonio de ese acto. Entonces, trate de expresar como el hombre primigenio lo que ve y siente, lo que ama y pierde.

Nota final: Todo está resultando demasiado extraño. Verano. Verano. Verano y existencialismo. Y estas inestabilidades. Tengo tanto y tan poco; este conjunto de dudas y de recuerdos que no me deja avanzar. Al menos han reaparecido las ganas de escribir. Quizá cambie de blog. Quizá.

miércoles, 23 de junio de 2010

"Tienes ante ti a un poeta. Te preguntarás por qué voy vestido tan pobremente; precisamente, porque la pasión por el arte jamás ha enriquecido a nadie. No comprendo el porqué, pero la pobreza ha sido siempre hermana del genio [...] Las obras que ves en esta pinacoteca delatan el actual letargo... obras así nadie sabe plasmarlas hoy. Y, ¿por qué ha sido provocada esta revolución? Por la avidez de dinero. Tiempo atrás, el ideal de los hombres era la virtud pura y simple, y, por ello, florecían las artes. Eudosio envejeció en una montaña estudiando los astros, Lisipo observó toda la vida la misma pauta y murió de hambre. Nosotros, en cambio, entre vino y rameras, ni siquiera sabemos distinguir las obras maestras. Pero, ¿dónde está la dialéctica? ¿Qué se ha hecho de la astronomía? ¿Dónde está la filosofía que una vez fue camino real? Ah, no te sorprendas, joven amigo, de que la pintura esté acabada, ya que es más bello a nuestros ojos un montón de dinero que todas las obras de Apele de Fidias".


¿Por qué me parece tan actual? ¿Por qué me deja con un gesto extrañamente meditativo? ¿Por qué me inspira de forma natural un texto propio? ¿Por qué me hace pensar en actitudes creadoras y reglas sociales? ¿Por qué me parece merecedor de visionado y lectura, y alabanza? Lo más importante: ¿por qué cada vez que inicio un período vacacional, veo de nuevo Fellini Satyricon? Ah, este verano, en cambio, toca Visconti a fondo.

viernes, 18 de junio de 2010

Sigur Ros lo expresó de este modo en su genial Viorar Vel Til Loftarasa

Una vez soñamos.
Lo teníamos todo:
condujimos hasta el fin del mundo,
escalamos rascacielos...
Pero todo fue destruido
y, ahora, la paz me ha abandonado...

jueves, 17 de junio de 2010


¿Lo ves? En esto me he convertido. Quizá lo haya sido siempre, y pocos lo sepan. Nadie. Ni yo misma. De modo que puedes callarte, darme la espalda y buscar la puerta. Está abierta, para que te marches. Hazlo ya. Ahora mismo. En silencio. No quiero que me mires. No quiero que sepas que mis alas son fuertes y que he cubierto mi cuerpo de plumaje negro. No quiero que pronuncies mi nombre. No quiero que te atrevas a buscar los espejos de esta habitación que he construido con mis manos, porque están manchados de mi sangre y de mi luna. Son míos.
Apártate. Vamos, hazlo ya. ¿No te das cuenta de que tan sólo eclipsas una parte de la luz del sol? ¿No entiendes que me basta un aleteo para reconocer la decadencia, y otro más para alzarme sobre la eternidad? Corre. Graba este frágil recuerdo en tu mente. Así. Exactamente. Imagíname pequeña, herida, blanca, perdida entre la tierra de tu aliento y la de la locura. ¿Ya lo has hecho? Maravilloso, porque jamás me verás de nuevo de esta manera. He dormido lejos del mundo. He disfrutado los cristales de oro, aunque prefiera aquellos señalados de plata. He conocido las amargas espinas de la rosa y he mordido sus pétalos de sal. Y me he vestido de sacerdote, para celebrar en el altar del sol un hermoso sepelio. Mil frágiles pedazos de blanco, amarillo y verde que yacen entre las hierbas cortadas. Después, nada. ¿Acaso no me has oído? ¡Márchate! ¡Fuera! Nadie desea ver tu rostro, nadie ansía tu voz, nadie busca ya la aguamarina. ¡Fuera, he dicho! Deja que extienda mis alas. Una mirada al techo de piedra hecho de milenios, y otra al suelo frío. Después, un estremecimiento, una inspiración y un lánguido abandono. Mar, arena, tierra, agua, violetas y viento. Aparta la mirada. No quiero que me veas. Has perdido hasta el último resquicio húmedo de agua y de hielo que pudiese existir en mí. No han surgido de mis labios las palabras para invitarte a este inicio; no tengo voz, no tengo palabras, no tengo labios. ¡Márchate! La eternidad azul del mar me pertenece.

Nota final: Tiene sentido, y no lo tiene. Es un juego literario necesario para mí, totalmente inspirado por esta fotografía que tomé hoy. Claro que las cosas están resultando... extrañas. Diferentes. Y eso me gusta.

miércoles, 16 de junio de 2010

Rex sedet in vertice...

Sors immanis
et inanis,
rota tu volubilis,
status malus,
vana salus
semper dissolubilis,
obumbrata
et velata
michi quoque niteris;
nunc per ludum
dorsum nudum
fero tui sceleris.


Fortune rota volvitur:
descendo minoratus;
alter in altum tollitur;
nimis exaltatus
rex sedet in vertice
caveat ruinam!,
nam sub axe legimus
Hecubam reginam.

Y esto es cosa de poemas de hace unos cuantos siglos, una obra genial de Carl Orff y una sensación sumamente extraña. ¿Quién puede olvidarse de esta versión cinematográfica?

martes, 15 de junio de 2010

Sometimes I feel...


Al fin he tenido la preciada idea. Está relacionada con mi mano, con un juego de cinco y un domingo melancólico leyendo a Lorca. Me gusta escribir sobre mi piel. A veces letras de canciones, otras recordatorios acerca de lo que tendré que hacer más tarde, otras sencillos motivos literarios que surgen en un repentino chispazo y, por último, palabras que en conjunto carecen de sentido. Y, por supuesto,
phi, el número áureo. Que para algo una ama el arte, la estética y la cultura clásica. En este caso se trata de algo bastante diferente. Creo que sólo una persona podrá entender cada una de estos dibujos, y dudo que desee hacerlo... o que me interese que lo haga. Da igual. Es una sencilla anotación para mí. Mi idea. Como, ciertamente, nada parece moverse y este mar se ha detenido hace mucho tiempo, voy a dejar que los cadáveres muerdan su propia piel y escriban. Y es que estoy iniciando el poema para los próximos Florales; esto va a ser una obra en cinco o seis tiempos. Ya veremos. ¡Que Martin Gore me ilumine! 'Cause... Sometimes I feel like a motherless child...

lunes, 14 de junio de 2010

Esto de las vacaciones...

Me cuesta pensar que falte apenas una semana para terminar el curso. Sólo una semana para escapar de los muros de cemento y respirar otro aire por las mañanas. No suelo tener ilusiones puestas en el verano, pues es una preciosa utopía -o una triste quimera- que el verano solucione algo en mi vida. Y, sin embargo, este año necesito hacerlo. Necesito aferrarme a la frágil realidad de cristales. Me importa muy poco cortarme. Prefiero la sangre a la muerte. Y me conozco. Las cosas pueden salir bien.

Como diría mi señorito, All we have is this long fall. Quizá debería dejarme llevar por la inspiradora y relajante música de Marlango a la hora de pensar. Final de curso significa muchas cosas. Un bonito juego de silencio y de soledad buscada... ¡necesito espejos para poder despreciarme a gusto! Nadie parece comprenderlo... Pero, sobre todo, hay algo dentro de mí que ansía volver a elevarse, jugar en ese mundo que me pertenece sólo a mí y que nadie, nunca, ha conseguido traspasar. Los libros. El arte de las palabras. De pequeña me llamaban 'chapona', y supongo que alguien podría a partir de estas palabras referirse a mí como una rata de biblioteca -asco de series americanas...-, pero lo cierto es que me resulta indiferente. Cualquiera que me conozca sabe cómo soy o, al menos, quién no quiero ser. Y sabe, igualmente, que estoy tan bien o tan mal de la cabeza como cualquier otra persona.

Esta vez voy a huir. Aunque os quiero. Y lo sabéis. A ti, a ti, a ti... a vosotros. Es difícil que yo lo diga. He vuelto a odiar la palabra 'querer'. Soy como esos poetas que, después de una temporada religiosa, se lanzan al hedonismo descarnado. O al revés. Soy, quizá, Borges, Heliogábalo y Renée Vivien, emociones puras, y todas unidas. No tengo término medio. Pero no me gusta esa palabra. Todo el mundo la utiliza de un modo tan fútil que pierde significado. ¿Cuántas personas conozco que la empleen adecuadamente? Muy pocas. Y así, exactamente así, acaban por pudrirse las margaritas. Nada más que decir, porque me gustaría cantar al pie de tu ventana, arrancarme el corazón para depositarlo en el mármol y componer una fábula minutos más tarde, pero he olvidado cómo se llora. Y así no vamos a ninguna parte.

Necesito calma, necesito un páramo desierto que, al mismo tiempo, sea fértil. Necesito, en efecto, ser capaz de arrancar este corazón de hielo y piedra, este corazón maltrecho por tantos años, y hundirlo en la arena. Así, exactamente así. Para que brote de nuevo la rosa cristalina... ¿y se rompa otra vez? Quién sabe. Tan sólo deseo sentarme al pie de la ribera de un río, y llorar. ¿Dónde está ése del que hablaba Coelho, el río Piedra? Ah, si tan sólo supiese tronzar esta enredadera de miedo y angustia...

Lo dicho. Pienso huir. En una semana y pocos días se acaba el curso. Entonces, quemaré papeles, veneraré libros y cerraré una etapa. Voy a creer que soy capaz de jugar en medio de una utopía. Vienen nuevos acontecimientos. El cumple de mi señorito, el Orgullo en Coruña, un posible Arde Lucus y varias tardes para pasar con quienes de verdad deseo. Que, haciendo balance... he conocido a tantas personas geniales este año, que no puedo menos que sentirme bien por ello. Porque están mis modelos fotográficos favoritos, y está la señorita que desde el primer día me generó la sensación de hallarme ante una persona extraordinaria, y están las gentecillas con las que hablo cada día, o cada dos. Y, aún así, en tres semanas estaré más hacia el Sur. Tan cerca, tan peligrosamente cerca, que querré dejarme llevar por mis emociones y coger el teléfono. No sé si lo haré. Pero iré, y tomaré las mejores fotos de toda mi vida mientras escucho música (HIM, Amaral y Vetusta). Ya está decidido... Sólo queda precisar el viaje a otro país, y los señoritos a los que quiero visitar, y Oscar Wilde sentado sobre las piedras para que sostengamos una nueva conversación acerca de lo peligrosos que los Bosies varios pueden llegar a ser. En el fondo, con este cuervo digno de Poe persiguiéndome, sé que surgirá algo que me impedirá ir. No importa. Huir a más de quinientos kilómetros siempre es mejor, especialmente para hablar otra lengua, pero la costa servirá. Al igual que agosto. La montaña. No hay nada mejor que el campo, la quietud del cielo y los paseos en bicicleta.

Sola en medio de un montón de gente... Tendré razones para sentirme así, y me gustará, porque yo lo he buscado. Quiero mi ebriedad de cultura, de imágenes y de letras, de palabras pronunciadas, titilantes. Quiero mis museos... ¡quiero reivindicar mi ser de deseo y de aprendizaje! Y es verdad. Voy a decirlo. Que a la mierda. Así, llanamente. A la mierda con mucha gente. Es un momento perfecto para hacer limpieza, empezando por mí misma. E igual que le he arrancado el lazo y que necesito arrancar páginas, una a una, pienso olvidarme de demasiadas cosas.

Estáis vosotros. Y querré veros. Querré abrazaros y compartir esos geniales momentos de verano. Porque, al igual que el pasado año, pienso verte mucho, señorita B., que en esa época te volviste muy importante y ahora, sin duda, lo sigues siendo. Que tienes la mitad de mi corazón en un colgante, ¿te acuerdas? Y a quienes conozco de hace más tiempo, a quienes de menos, a quienes quieran llegar... No estoy bien. Trastabillo entre el sí y el no, entre la verdad y la muerte, pero igualmente sigo aquí. Voy a huir, durante un tiempo. Incluso de mí misma. Y os echaré de menos. Volveré. Respiraré hondo. Luego, todo será mucho mejor. No hay duda. Tengo una oportunidad y voy a aprovecharla. Voy a beber mi vida de cal y de humo hasta que no quede una sola gota. Y después... Después sólo yo sabré.

Ah, y antes de que se me olvide... Lady Godiva y su leyenda... esta mujer me fascina. Y simplemente adoro este cuadro; es como los cuerpos femeninos de Bouguereau, tiene un algo que...


Nota final: Y ya está.

domingo, 13 de junio de 2010



"[...] El mundo no se cansa de denunciarnos a los dos, pero a ti siempre te ha rendido culto. Y siempre lo hará. Eres el prototipo de lo que busca esta época nuestra y tiene miedo de haber encontrado. ¡Me alegro muchísimo de que nunca hayas hecho nada, de que nunca hayas tallado una estatua, ni pintado un cuadro, ni producido nada distinto de tu persona! La vida ha sido tu arte. Has hecho música de ti mismo. Tus días son tus sonetos.

Dorian se levantó del piano y se pasó la mano por el cabello.

-Sí; la vida me ha dado placeres exquisitos -murmuró-, pero voy a cambiar, Harry. Y no debes hacerme esos elogios tan excesivos. No lo sabes todo. Creo que si lo supieras, también tú te alejarías de mí. Ríes. No debieras hacerlo.

-¿Por qué has dejado de tocar, Dorian? Vuelve al piano y obséquiame otra vez con ese nocturno. Contempla la enorme luna color de miel que cuelga en la oscuridad. Está esperando a que la encandiles, y si tocas se acercará más a la tierra. ¿No quieres? Vayámonos entonces al club. Ha sido una velada deliciosa y debemos acabarla de la misma manera. Hay alguien en el White que tiene un deseo inmenso de conocerte: se trata del joven lord Poole, el hijo mayor de Bournemouth. Ya te ha copiado las corbatas, y ahora me suplica que te lo presente. Es un muchacho encantador y me recuerda mucho a ti.

-Espero que no -dijo Dorian, con una expresión triste en los ojos-. Lo cierto es que esta noche estoy cansado, Harry. No voy a ir al club. Son casi las once y quiero acostarme pronto.

-Quédate, por favor. Nunca habías tocado tan bien como esta noche. Había algo maravilloso en tu estilo. Resultaba más expresivo que nunca.

-Eso se debe a que voy a ser bueno -respondió él, sonriendo-. Ya he cambiado un poco.

-Para mí no puedes cambiar -dijo lord Henry-. Tú y yo siempre seremos amigos.

-En una ocasión, sin embargo, me envenenaste con un libro. Eso no lo olvidaré. Harry, prométeme que nunca le prestarás ese libro a nadie. Hace daño.

-Mi querido muchacho, es cierto que estás empezando a moralizar. Muy pronto saldrás por ahí como los conversos y los evangelistas, poniendo a la gente en guardia contra todos los pecados de los que ya te has cansado. Eres demasiado encantador para hacer una cosa así. Además, no sirve de nada. Tú y yo somos lo que somos, y seremos lo que seremos. En cuanto a ser envenenado por un libro, no existe semejante cosa. El arte no tiene influencia sobre la acción. Aniquila el deseo de actuar. Es magníficamente estéril. Los libros que el mundo llama inmorales son libros que muestran al mundo su propia vergüenza. Eso es todo. Pero no vamos a discutir sobre literatura".

[El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde]

Nota final: Sí, naturalmente deseo ir a ver la nueva película. Sí, en el fondo sé que me decepcionaré un poco, que Wilde es Wilde, y demasiado grande. Sí, estos días realmente no sé ni quién soy. Sí, la literatura me calma.

viernes, 11 de junio de 2010


Le descubrí por culpa de los comentarios despectivos de una persona poco inteligente y grabé en mi mente su Planet Earth is blue, and there's nothing I can do. Convertí en máxima vital el I don't believe in modern love y soñé muchas veces con dejarme llevar por Starman. Me fasciné a causa de su estética glam y navegué en los lindes de su estilo. Vi con escepticismo Inside the labyrinth y parpadeé varias veces con las secuencias más complejas. Y, anoche, reflexioné y lloré como pocas veces lo había hecho al sentarme frente a Merry Christmas, Mr. Laurence, con esa banda sonora tan perfecta compuesta en su mayor parte por Ryuchi Sakamoto. Una concluye que David Bowie tiene algo de sagrado, ¿un aura? No pienso elevarle a los altares, ni jugar al histerismo del fan idealizador y obsesivo. Ni mucho menos. Pero sé que quedará entre los ídolos de mi adolescencia y que siempre admiraré su voz, su estilo, su modo de aparecer en los medios y su impresionante faceta como actor. Todo y nada. Lo que, sin duda, le convierte en un verdadero koiné -icono- de su tiempo. Y de éste. Que, como suele decirse, los clásicos nunca mueren.

jueves, 10 de junio de 2010

Ella se une a la danza

Hay un naranjo en flor, que entrega pálidos pétalos, y se deshace de otros suavemente coloreados de violeta. En el centro, Eros y Thánatos bailan una danza de unión eterna, improvisando cada uno de los pasos e imaginando el vacío sobre la hierba seca. Filis hace el amor con Dafne; las dos son de aire etéreo y de mármol blanco, aunque no se nota, porque el silencio de siglos pesa todavía. Cantan alondras, ruiseñores, gavilanes y, a lo lejos, se percibe el graznido del buitre. Dafne dice que es el sonido de mil violines de agua débilmente florecidos.
Un joven llamado Arthur se retuerce en el suelo, con las manos en los costados y los ojos teñidos de ámbar translúcido. Grita, una y otra vez, de modo que el aullido se convierte en lenguaje, y el lenguaje en máxima expresión de la vida. Vivienne, que se alimenta de la muerte y tiñe su mirada de negro mistérico, le comprende. Ella se une a la danza. Todos lo hacen, tarde o temprano, en un frenesí simultáneamente apolíneo y dionisíaco. Una encuentra la frase buscada, otro rasga las venas de varios flamencos de cristal, otra siembra sueño en terrenos yermos y ésa, ésa que saluda desde la lejanía, se arroja virgen a las aguas para ser devorada por la eternidad.
Veo ríos del color de un atardecer y serpientes que destrozan entre sus dientes margaritas putrefactas. Filis y Dafne continúan su unión de carne y de instantes; ellas no quieren, ni pueden, ni saben hablar de amor. A Oscar le han dicho demasiadas veces que está loco, pero él declama versos con alma de viento, sin furia y sin cese de la pasión desconocida. Él sabe cuál es el poder de la palabra y con cuánto ímpetu sobrevive ésta en las gargantas anegadas de sangre e incierto silencio. Virginia ha muerto en tantas ocasiones, que ha aprendido a vivir cuando no desea hacerlo. El resto no ha descubierto la existencia. Y, por ello, son maestros en el arte de existir. Se bañan en una fuente digna de El Bosco y evitan respirar aire, presas del temor a conocer el mundo. Ahora cantan. Todos cantan, ¿no les oyes? Vamos, cállate de una vez. No pronuncies mi nombre de nuevo. Nunca más. Ellos, pulsión de muerte y de vida, de misantropía e inmensos deseos de inmolarse en honor de los seres humanos, de religiosa unión de lo sacrílego elevado a los altares, de docta y seductora ignorancia; ellos, dualidades fluctuantes y primigenio caos ordenado, son mucho más importantes que tú. Cállate. Ellos son mi mente.


Nota final: Esto es producto de unas patatas, una conversación sobre posturas varoniles, un trabajo de matemáticas, un proceso de autopsicoanálisis, una tarde agradable junto a personitas geniales y una indagación en metáfora y el símbolo más puro, que es el que alude a una misma. ¿Qué haríais si tuvieseis que describir lo que hay de vosotros? Yo tengo una palabra para mí. Y es que, en oposición a mis amores iguales, tengo una fuerte corriente de contradicción pura y pulsiones opuestas que me mantiene viva. La única manera de expresarlo son estos juegos de poetastro que se muere por convertir la tinta en sangre y consagrar su vida a los libros.

lunes, 7 de junio de 2010

Se llamaba Laura

Era una sombra pálida en el muro frágil, como si por unos instantes el hielo se negase a ser de agua y prefiriese el aire etéreo. Todo parecía posible en esos instantes y, quizá, la mejor manera de describirla fuese afirmar que el mundo se vestía de absurda fiesta y que lo contradictorio se elevaba al santo y perverso altar. Porque Laura era así. Contradictoria, santa y perversa. Demasiado especial para calificarse con palabras humanas; un particular conjunto de realidades que necesitaba de otro lenguaje. Wittgenstein situaba los límites del mundo en los del propio lenguaje, de modo que ella y yo vivíamos mundos diferentes. Lo quisiese o no, el suyo era de desierto, tundra, selva, sabana y metrópolis; el mío se teñía de un gris distante a la plata y al agua de vida. ¿Podría yo, entonces, entenderla, si todavía no imaginaba una sombra que no fuese oscura y una claridad que no se hallase teñida de blanco?
Había algo de niña en Laura que me desconcertaba. Una suerte de inocencia pura, de esa con la que no se nace, sino que se adquiere paulatinamente. Exactamente. Esa inocencia que no puede perderse pues, una vez acogida en el interior del pecho, se aferra a la carne y al espíritu con denuedo. Todos los adultos deberían poseerla al alcanzar la madurez plena; el supuesto abandono de la niñez unido al desdén hacia ésta son terribles signos de puerilidad. Laura se elevaba sobre ellos.
Y, aún así, ella tenía una mirada tejida de misterio. Ah, quién puede no recordar sus ojos brillantes, semejantes a dos océanos de este mundo contrario, donde el Agua toma el color de la Tierra y desdeña el frío azul. Las pupilas, despiertas, de la misma tonalidad que las pertenecientes al resto de los mortales, pero así mismo distintas, parecían ser reflejo del ansia con que contemplaba el mundo. Apenas por unos segundos, me atrevía a pensar que Laura lo desconocía todo y, precisamente por eso, poseía el más perfecto conocimiento de la existencia. Se trataba tan solo de una ensoñación vaga, de esas que se rompen, frágiles, cuando la sombra se vuelve oscura y la luz se torna clara.
Laura era diferente. No lo supe, sino que lo soñé sintiéndolo, la primera vez que me dirigió la palabra. Su voz tenía un timbre único; hoy sé que había algo de atemporal, de perfección del instante perdido en el tiempo, en cada una de las frases articuladas. Generaba una suerte de despreocupación teñida de raros pensamientos y complejas reflexiones. Su voz suave, aguda, plena de personalidad, con un curioso acento que -creí- procedía de la forma en que posicionaba sus labios… todo ello confirmaba el encanto de lo distinto y lo ligado a un tiempo jamás convertido en real.
Laura era una pequeña creación artística procedente de las manos de la naturaleza, como de nieve y de agua, aunque yo, oculto tras la pluma de quien escribe, adivinase una personalidad de calidez, aire y tierra. Luna, no puedo olvidarlo. Había luna en sus ojos brillantes, y luna en su piel clara, y se mostraba igualmente la Dama en sus gestos suaves. Ella era, pues, creación y creadora, obra de arte y artista. Algo en su mirada evidenciaba un espíritu que se elevaba, una agudeza abstracta para conocer los mundos frágiles de lo hermoso.
De esa manera, vi a Laura tantas veces oculta tras una gran cámara de fotos, que no puedo evitar la tentación de unir artista y herramienta. En su caso, tal cosa resultaría imposible. Existía tal fuerza creadora en los ojos de Laura, tal profundidad en sus palabras superfluas, que el carísimo aparato quedaba relegado a un adecuado segundo plano y dejaba que ella cobrase protagonismo. Así, Laura capturaba sonrisas, engrandecía paisajes, conseguía un reflejo ocasional de s propio ser y buscaba la belleza pura de las pequeñas cosas. Nosotros, pobres hombres que escribimos, la contemplábamos, respirábamos su aire y nos asomábamos a los límites de su mundo. No eran reales. Siempre lo he sabido. Laura, contradictoria, distinta, cambiante, de oscuridad y de luz, se asemejaba a un universo en continua expansión. Quizá, por eso, todos la amábamos.


Nota final: Hago un pequeño alto en la redacción de Los ojos grises para postear el regalo para la Señorita L. Se lo había prometido hace casi una semana... ¡y ya era hora! Como le expliqué, tiene algo de inspiración directa, algo de imaginación, algo de pura literatura... un conjunto de elementos. Escrito, claro está, con todo el cariño, y con todas las ganas de que te guste mucho. Ah, ya empiezo a recuperar el ritmo. Y creo que, ahora que he tocado el fondo con la punta de los dedos, podré iniciar el ascenso. O así lo espero.

miércoles, 2 de junio de 2010

-Y mientras lo piensas, mira el sol.
-No.
-¿Por qué no?
-No puedo. No está bien. Es muy tarde.



Total eclipse, una de las pocas películas de tema aparentemente histórico -y dejémoslo ahí- que no me han decepcionado. Fascinante Rimbaud, increíble Verlaine y muy, muy acertado guión con sus metáforas tan bien escogidas. Me conozco: volveré a verla.

martes, 1 de junio de 2010

Un susurro de guerras lejanas

Quiero ser por una vez el puñal de piedra y aire, no la piel semejante al marfil. Quiero el grito de la noche y la hierba desgarrada a tus pies, señales de verde en el mármol. Quiero tu silencio de azucenas. Quiero entregarme al fuego y aprender a arder, convirtiendo el páramo en bosque fértil. Quiero un final. Quiero un principio. Quiero una bala de metal oscuro, y un susurro de guerras lejanas, y un himno patrio en quien nadie crea, y una bandera por la que morir con el brazo en alto y los labios sellados. Quiero encontrar de nuevo mi voz, ésa que yace perdida en las nubes rojas. Quiero abandonar esta sonrisa de quien sabe y no revela. Quiero odiar. Odiarles, odiaros, odiarnos, odiarla, odiarte, odiarme. Quiero sentir lo oscuro, porque he perdido la capacidad de albergar dentro de mí lo que nace de la luz. Quiero ser puñal, espada, sol y hombre. Quiero que sólo exista mi voz. Quiero ser narcisista y amar el reflejo de mi espíritu en la cúspide de una paradoja. Quiero rasgar las hojas de los árboles y adorar a Verlaine. Quiero que mis ojos mueran. Quiero tomar en brazos mi cuerpo de sal y arrancarle de ese mar que ha dejado de moverse hace demasiado tiempo. Quiero la alegre locura en brazos del olvido. Quiero que nadie desee decir de nuevo al mirarme de frente que parezco un fantasma. Quiero que sepan que lo soy. Quiero serlo. Quiero mi hilo de araña entre ambos lados del precipicio. Quiero danzar en la cuerda de funámbulo hasta que se quiebre. Quiero que todos callen, para que el rumor de la arena y el agua sea claro. Quiero conocer la verdad y jugar en el tablero de quien divide el alma en pedazos. Quiero arañar el muro en que escribí silenciosamente tus palabras vacías y reírme de su falta de significado. Quiero reírme de todos vosotros. Quiero reírme de mí misma. Quiero creer en las respuestas del absurdo. Quiero existir siendo tan sólo niebla de sueño.


Música del post: Tears don't fall, de Bullet for my Valentine. Hacía meses que no escuchaba esto...
Nota final: Difícil de explicar, y con eso basta. Que es metáfora, y realidad, y literatura, eso no es difícil saberlo. Y que últimamente no sé qué demonios hago, que pocas ganas tengo de mar y atardeceres. Pero estoy empezando a reírme de todo, ése es mi único deseo cumplido. ¡Ay! Olvidarse de llorar es una de las peores cosas que puede hacer una persona... tan estúpida que lo sé, y no tengo el menor interés en cambiar nada.