miércoles, 7 de abril de 2010

Sí, como un loco

Hay pocos artistas que me hayan llegado tan profundamente como Pier Paolo Pasolini. Descubrí su obra a causa de su faceta de cineasta, me fasciné con sus Cuentos de Canterbury, redescubrí a Medea en la interpretación de Maria Callas, lamenté su pronto e injusto final y, más adelante, me sumergí en su literatura. Poesía, ensayo casi político, ideas estéticas, narrativa... todo en Pasolini merece una revisión. Especialmente sus películas, para qué negarlo. Una de ellas está basada en una novela del mismo director, ¿se puede pedir mayor armonía entre la idea original y su reinterpretación? En el fondo, se trata de lenguajes diferentes, pero no es difícil sucumbir a la tentación de ver o leer una vez más el genial Teorema. Hoy lo he recordado, he vuelto a ver la película y me he decidido a copiar uno de mis fragmentos favoritos. ¿Una sugerencia? Descubrid a Pasolini -y a Fellini- en italiano, siempre en versión original.

"Es muy grande el montón de dibujos y pinturas dentro del cuarto de Pedro, que ha vuelto a las pequeñas dimensiones y por eso ha regresado al in­terior. Inspirado, enloquecido, arrebatado, el mu­chacho está inclinado, de rodillas, sobre su mate­rial que, esta vez, está apoyado sobre una especie de atril. Y como ese material es transparente, po­dría verse a Pedro a través del cuadro que pinta. Cuando acaba de pintar el primer vidrio, en silen­cio, Pedro apoya sobre él un segundo vidrio, de manera que sobre el primer cuadro, monocromo, se transparente la monocromía del segundo.
Durante esta operación, los movimientos de Pe­dro son mecánicos e inspirados; su voz, que los comenta infatigable, ha perdido todo color: baja, apenas perceptible, sigue puntualmente los movi­mientos.
Hay que inventar nuevas técnicas que sean irreconocibles, que no se parezcan a ninguna operación precedente, para evitar así la puerilidad y el ridículo. Hay que construirse un mundo propio, con el cual no haya comparaciones posibles. Para el cual no existan medidas de juicio anteriores. Las medidas deben ser nuevas, como la técnica. Ninguno debe entender que el autor no vale nada, que es un ser anormal, inferior, que es como un gusano que se retuerce para sobrevivir. Ninguno debe pescarlo en falta de ingenuidad. Todo debe presentarse como perfecto, basado sobre reglas desconocidas y, por lo tanto, imposibles de juzgar. Como un loco; sí, como un loco. Vidrio sobre vidrio, porque Pedro no es capaz de corregir, pero ninguno debe advertirlo. Un trazo sobre un vidrio corrige, sin ensuciarlo, otro trazo antes pintado sobre otro vidrio. Pero todos deberán creer que no es el ardid de un incapaz, de un impotente, sino una decisión resuelta, impertérrita, altiva y casi feroz: una técnica apenas inventada y ya in­sustituible. O bien celofán o gasa pegados sobre vidrio, y el todo transparente sobre unos cuantos trazos que, por casualidad, han salido bien sobre el cartón, después de mil ensayos penosos y mil otros cartones desgarrados.
Nadie debe saber que un trazo sale bien por ca­sualidad. Por casualidad, con temor: y que cuan­do un trazo, por milagro, sale bien, hay que pro­tegerlo y custodiarlo como en una reliquia. Pero nadie, nadie debe advertirlo. El autor es un pobre idiota tembloroso. Un desecho. Vive en el azar y el riesgo, avergonzado como un niño. Ha redu­cido su vida a la absurda melancolía de quien vive degradado por la impresión de algo perdido para siempre".

[Teorema, Pier Paolo Pasolini]


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