si la erupción que sepultó
pompeya en el año 79
abrigase las calles
de santiago
con lava y gas y piedras
los arqueólogos me encontrarían
aquí
sola
o no
junto a los coches
y serían capaces de establecer mis
índices
corporales, medirían
los isótopos
de potasio que irradia
la médula:
hasta es posible que descubriesen
la no duplicidad
del cromosoma x
analizarían con máquinas
complejas
las fibras de tu camisa que se han
quedado
bajo las uñas, noventa y cinco de
algodón
(tan suave)
frente al poliéster
yo respiraría muy quieta
un insecto en ámbar
fingiendo el sueño de mil
ochocientos
años
(tengo práctica,
créeme)
y así no existiría la más mínima
sospecha
de mi indefensión
me extenderían sobre una gran cama
blanca con líneas
blancas papeles blancos azulejos
blancos
todo el cuerpo rociado de reactivos
violeta azul
FAULKNER
recogerían los objetos inútiles
el libro de carver abierto
en prosser o en el poema
del colibrí, la calefacción a
tope,
cansados hasta los huesos, el olor
de pólvora
aún en nuestros dedos
pondrían nombres
muy largos
___________[con
muchos números
__________________[para
confundirnos
a los bolígrafos
el folleto del códice
los cables y el
móvil
vibrando
en una sincronía
con todos los gritos
de perra que han
roto la historia
la histeria
y ahora hago una
pausa
para decirte que no
verían
la castaña
diminuta
entre mis dedos
__________________________[probablemente
la apretaría muy fuerte,
____________________________el
monóxido
_______________________________
los cristales
incluso cuando me
abriesen la mano
rígida
y firme sobre el
fruto
cuando intentasen
separarme los dedos
yo les mordería a
todos los ojos
desde mi sueño de
dos mil años
sepultada
piedra a piedra;
me levantarían con
mi vestido verde
las manos como
cuerpos
y sabrían que
nunca llevo ropa interior que me gustan
las postales de
kioto
que hace frío y
por eso me tapo la cara
hasta las cejas
pero no podrían
explicar los frutos echando raíces
en mis muñecas
fosilizadas
la savia y la
resina
humedeciéndome
la boca
y la sonrisa que me
partiría los labios
en el momento mismo
de ser aire porque
moriría
como yo quiero
morir
es decir
sabiendo
que no sé
que me estoy
muriendo
lucharía hasta el
final por el último pedazo
de tierra de vida
de río
la última gota de
agua dinamitando
mis pulmones
y si una vez te
juré que no estaba aquí ni para morir
ni para matar
lo decía
con todo el peso de
las palabras
yo estoy aquí para
delimitar
tus hombros en un
arco
de sangre y gritar
tan fuerte
en esta acera
donde nadie me
escuche
gritar hasta que se
me rasgue la garganta
que soy libre
y que estoy
viva
y por eso apretaría
tan fuerte
la castaña
el fruto de otoño
virgen
contra las falanges
rotas
(una dinamo girando
en cualquiera
de nuestros
universos)
no puedo morir
porque estoy respirando
y esta verdad
absoluta
no niega el
invierno
sino que lo invita
a derramarse
en el cáliz de mi
pelvis
(los arqueólogos
no entenderían
nada
de esto
pero tú
ya
lo sabes)