domingo, 24 de octubre de 2010

Haiku

En estos días de lluvia y animada vida otoñal, de nuevas personas y nuevas situaciones, de una ausencia extraña de certidumbres, se me ha ocurrido participar en un juego literario antiguo. Consiste en imitar una construcción poética (con una métrica concreta) de otra cultura. Y he elegido el haiku, forma japonesa acerca de la que podéis leer un poco más en mi otro blog.

He completado estos dos. Me he dedicado a jugar un poquito -porque de esto, de jugar, se trataba- con recursos como la aliteración, la anáfora o el símil de manera consciente. Extraño, muy extraño, en mí.

Bebe de mi pecho;
Bebe vacuos vacíos
en mil espejos.

Y era antigua,
como de aguas eternas
en iris muertos.

No puedo añadir un dibujo, por la simple razón de que no sé dibujar, pero colocaré una imagen ilustradora de esta rara emoción que me embargó al escribirlos, con palabras claves como vacío, eternidad, o espejo. Tomé esta fotografía en lo alto de Killiney Hill, una colina situada en la zona de Killiney (sí, lo sé, soy muy obvia) desde la que se puede observar toda la costa irlandesa cercana a Dublín. Cuando hace mal tiempo, la niebla es tal que una se siente perdida en un cuento de terror y la humedad anega la garganta, al mismo tiempo que el viento juega con desprevenidos cabellos y zarandea. Es hermoso, impresionante y puro. Una sumisión absoluta a la naturaleza. Aquellos días -escasos- en los que el sol se anuncia en el cielo, el mar brilla henchido de verdes, azules y plateados, como si una gran monstruo se deslizase bajo su superficie. No es más que la sombra de las nubes. Y, en lo alto de la colina, junto a un obelisco cuyo significado no entendí a la primera, una puede sentarse en una pirámide de piedra y sentirse, de nuevo, parte e hija de la naturaleza.

jueves, 7 de octubre de 2010


Él te esperará. Sí, lo hará, aunque tú sientas miedo, aunque tú dudes, aunque tú odies. Dejará que le coloques el collar de cuero y lamerá tus manos; frotará su suave cabeza contra tus botas. Te aguardará cuando regreses del mundo de fuera y será feliz si recibe tu atención por unos segundos. No deseará a nadie más y sufrirá ante la idea de que te vayas de su lado. Serás lo único que brilla en su existencia y te seguirá hasta el fin del mundo si es preciso. Creerá en ti. Creerá en ti aunque todo le diga que tu voz bebe frágiles cristales de mentira.
Lo siento. Yo no soy él. Yo no puedo serlo.

lunes, 4 de octubre de 2010

No es un poema de amor

Que era un blanco eterno,
una sed de piedras sin sangre
clamando sordamente por el hálito.
Y tu respiración. Una, dos, tres veces.
Partida. Rota. Quebrada
frente al abismo de aquella palabra escrita
con tinta frágil entre tus senos.

Así, fui recibida desde las viejas torres,
desde los castillos olvidados junto a la arena y el agua.
Y dirigí mis huestes contra sus murallas rotas,
y colgué su cabellera rubia del pecho de mi caballo,
y no hubo sino un postrero pétalo de margarita
entre el incienso y los cánticos.

Que era una sed de cristales y piedra,
un ansia sin fin de muerte blanca, y de vida
en tus ojos oscuros, hijos de Oriente,
hermanos del latido rítmico de la Tierra.
Y busco el alma en tus pupilas
que me muestran los secretos del ónice
y del misterio eterno de la sangre femenina.

Que era un paisaje yermo,
y allí floreció el jacinto y la rosa roja,
ésa que sólo vive en el instante de unión última
de los cuerpos anudados en apretado lazo.

Y el alma yace, allá donde la mano fría
de los seres de barro no pueden tocarla.
Yace, muerta, por ser de muerte y de fin.
yace, por ser hija de la Dama de lo oscuro
y añorar a cada instante
el retrato de su húmedo seno.

Pero tú, Alma, tú no busques ya respuestas
en las máscaras, los cálices y los corderos.
Llama a mi puerta, ¡llama!
Llama, pues yo te abriré y dejaré que mientas,
y beberé el vino dulce del pecado en tus labios.
Y ellos deberán callar,
al filo de la noche de piedra blanca
en la que haré descender la luna para tu cuerpo,
en la que tú serás toda de infinitos,
y serás mujer, y serás tierra, y serás carne, y serás fuego.


Nota final: Tonterías.