domingo, 4 de abril de 2010

El anciano de la silla abandonada

Era un anciano de larga barba, como siempre me he imaginado a los rabinos judíos que nunca sobrevivieron a la Shoa. Llevaba en su carrito libros que hablaban de lo hermoso del hombre y, con ayuda de una de sus manos, débil como un junco frente a la tormenta, transportaba una silla plegable. Se levantó de ella para dirigirse a nosotros y explicarnos cómo el ser humano puede conseguir lo mejor de sus cualidades o lo que un grupo de iluminados -esos a los que deploramos con tanta frecuencia- expresan sobre la felicidad humana. Abandonó por instantes su silla, sola frente a la lluvia, esa lluvia que anega la piedra y que un día arrastrará al frágil anciano, pero que igualmente nos reclamará con el débil susurro de la muerte.



Nota final: Resulta increíble la de cosas que una llega a pensar y aprender en una mañana que transcurre fría y lluviosa bajo los soportales de la mística ciudad de Santiago.

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