martes, 8 de diciembre de 2009

Morgana

Así me sentía yo, pues la sed de aquel cuerpo, de aquella mirada eterna, de aquellos labios unidos a los míos en un instante que por desgracia concluía, era cuanto menos imposible de saciar. Bebía de aquella fuente de miel y vino, y cuanto más bebía, mayor era mi deseo de hundir mi boca en la ambrosía y cantar mi alegría dionisíaca, de gritar mi amor al mundo y de esconderlo al tiempo en lo más profundo de mi alma, celosa de que alguien me lo arrebatase.


Morgana me desarmaba; me despojaba de toda defensa y derribaba corazas de acero con una sola mirada. Pero nunca me sentía tan viva como cuando desnudaba mi alma ante ella y dejaba que los sentimientos y los pensamientos más ocultos tomasen el control.

[Extracto de mi novela en proceso]

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