jueves, 10 de diciembre de 2009

De oro y púrpura

Alfombré el camino a tu hogar de flores; quebré el jacinto y la azucena, con mis dientes rasgué las rosas, dejé el aire que me pertenecía en las orquídeas. Con palmas y ramas de olivo te recibí y ante ti me incliné, con la fe de quien busca y cree encontrar, de quien ansia y desea la miel que las hojas de la tarde esconden.

Rasgué mis ropas ante ti y me solté el cabello. Cubrí de oro tus dedos, oculté tus níveos hombros con púrpura y de perlas rodeé tu cuello. Liberé palomas blancas para que Afrodita besase tu oído en mi nombre con sus alegres cantos. Rogué a las ninfas que entonasen sus delicadas melodías en tu honra, y me escucharon. Seduje a las nubes para que no ocultasen a la Luna y abracé las rodillas de la Noche, suplicándole que combatiese contra el día hasta el último de sus suspiros.

Cacé una blanca cierva y la ofrendé en el altar de piedra en que invocabas a lo Eterno. Vertí agua bendecida por obispo y por leproso sobre las flores silvestres que crecían rodeando la superficie pétrea. Encendí el fuego que purifica y engrandece, que da calor y cobija de las fieras. Las dríades danzaron y suplicaron la venida de Fortuna. Y Eros, celoso del amor de las mujeres, sonreía cruel desde lo alto de un fúnebre ciprés.


Me desdeñaste. Quebraste las flores. Pateaste la ofrenda. Apagaste el fuego. Arrojaste al suelo el oro, las perlas y la púrpura. E, inocente, arrancaste mi corazón del pecho y bebiste de mi sangre. Jamás supiste que tan sólo el hielo y el vacío rozaron tus labios antes de que la vida abandonase ese cuerpo de marfil y de niebla.

Nota final: Estos días están resultando extraños, pero bonitos. Las ocasiones en las que se me ocurre escribir esta clase de cosas, pero importa poco, cuando tenga alguna clase de problema, ya me veréis en un tono más melancólico y personal. Hoy mi vida va hacia arriba.
Nota final (bis): Tanto esta imagen como la del post anterior son del artista William Adolphe Bouguerau cuyos cuadros amo.

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