lunes, 21 de diciembre de 2009

Existencia

Es el árbol quebrado y seco. Es la mano amiga que acaricia y mata. Es el recuerdo del beso leve como ala de mariposa. Es la tarde solitaria sin escuchar siquiera el silencio. Es la sonrisa desvaída en los labios tensos. Es el siglo de oscuridad que expira y el siglo de luz que nace. Es el cambio. Es el dolor placentero y el placer que duele. Es la lágrima semejante al cristal. Es la risa que quiebra los hielos. Es el grito al borde del acantilado. Es el susurro perdido en el tiempo. Es el suspiro de las arenas de Lesbos, que hoy desean, sueñan, aman.


Es Lorca, a lomos de un caballo de luz y verdes crines. Es Safo susurrando al oído de las muchachas que han cruzado el umbral del paraíso. Es Hernández exhalando su último aliento en una celda y dejándose arrastrar por los vientos del pueblo. Es Wilde asumiendo el reinado de la más hermosa decadencia y clamando ante los jueces del mundo por el amor que no se atreve a decir su nombre. Es Renée Vivien tendida entre violetas y narcisos, sosteniendo la pluma y entregando su sangre con cada palabra escrita. Es Whitman coronado de hierba y flores mientras celebra su cuerpo. Es Bécquer acariciando con etéreas rimas a las diosas del mañana. Es Quevedo sentado junto a Marcial, ambos burlándose de lo divino y de lo humano. Es Shakespeare besando los labios de Jake y suplicándole que abandone a Jill. Es Cernuda enseñándome a ansiar el olvido.

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