ahora mismo vamos
a salir de esta casa y
romper todas las luces
de nuestra generación
órdenes de desahucio
clavadas en cada puerta mientras
avanzamos metro a metro,
golondrina a
golondrina por la línea
divisoria de los acantilados
desalojamos a los
sacerdotes de las iglesias
las iglesias permanecerán
cerradas mientras no respondan al
sufrimiento humano
poco a poco
iremos disolviendo los
andamios que estructuran
esta crónica de arritmias
entiende que cuando la
princesa
llora no florece el
guisante ni mana
agua de las piedras ni
somos menos pobres ni
cesa esta cruz atravesada
en mis trastornos
de viernes y febrero
nuestra florencia renacida
al frío
respiro sobre los cristales levantados
resistiendo
la imprecisión técnica de tantas
máscaras
empienzo a convertir
mis pulsaciones en una confluencia
única de sangre menstrual y líquido
cefalorraquídeo
yo pintaba cejas en los árboles y
tenía
cuatro años y estaba sola bajo los
columpios
ahora tengo los ojos hilvanados en un
sueño de trigo
y van gogh
por eso recuerdo el calor impreciso de
mi vientre
abierto sobre todas las mesas de mármol
y la necesaria disección de mis
rendiciones, nervio
a nervio, el útero no puede ser un
páramo
sobrevivir
a la angustia de no saber escribir mi
nombre
con minúscula
pequeña gwendoline arrodillada en los
extremos del río
pequeña gwendoline que vuelves a las
cuatro de la mañana
y dejas la cocina regada de ginebra y
sangre porque
todavía
tienes miedo
en esta tensión callada del azufre,
los trajes de oficinista
y el placer hipotecado a plazos
pretendo escribir hasta redimensionar
cada grieta de las ventanas
se derrumbarán las ventanas de este
edificio, de todos
los edificios y caerán los diques
sobre las casas de los
fariseos y saldrán las mujeres a
danzar en la arena
con las caderas desnudas
y el pubis pintado de verde y granate
habrá una X y una H y una B infinitas
bajo
mis tobillos porque estas letras me
parecen tan hermosas
como apretarte la mano cuando todo
está bien y nadie
entiende
por qué está bien
así
con esta sencillez de no
hacerse daño
y dejar que sonrían los
ojos
supongo que es tarde, que desvarío por
la
necesidad de cafeína y de un tratado
profundo acerca del
shibari o bondage japonés
que no termina de llegar a
mi estación de
correos, pero resulta
incluso posible
cerrar los ojos y renunciar
a las
fronteras azules de tu voz
tu voz que va cubriendo
las paredes las ventanas
la alteración exacta de
los dedos buscándote
en mi vientre
violando la sonrisa
vertical
que te arrancaría los
labios si te descuidases un solo segundo
y que se derrama como un
cáliz colmado
de tanta vida y tanta sed
respiramos la humedad
selvática en una tentativa de
equilibro
imposible
imagina
las manos extendidas de
una esclava
sobre tantos
tantos templos
y el apocalipsis oculto en
un
breve
instante de éxtasis
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