jueves, 22 de septiembre de 2011

Epifanías

Digo que no estaba preparada para vivir una tragedia griega; se me daba demasiado bien ignorar las palabras de mi destino. Sabía perfectamente lo que significaba ser Edipo y, al contrario de los mil comentaristas que se han rasgado las venas en su nombre, yo encontraba una especie de descanso en su historia. Parece raro, ¿verdad? El camino de Edipo estaba señalado. Billete de ida a la tragedia. Lo tenía todo, vaya. Incesto, asesinato y mutilación. Dignos crímenes para un hombre digno. Pobre, pobre Edipo. ¡Y una mierda! Edipo se arrastraba por un sendero ya señalado. Yo estaba condenada a la indeterminación. Podrían comérseme los ratones o podría pasarme la vida acostada en mi alfombra, con un libro entre las manos y las lágrimas hundidas como cristales en los ojos.


Nota final: Tenía trece años. Ha pasado tanto tiempo... La pintura es La muerte del sepulturero, de Charles Schwave.

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