viernes, 27 de julio de 2012

venus


a todas las mujeres que se han roto
en las playas
de pontevedra

estoy segura de que puedes
escucharlas
con evidente claridad y entiendo
el temblor de tus manos debajo de la
mesa porque es cierto, quién no les haría
caso cuando susurran
o te gruñen
a la cara lo fea que eres o lo
gorda que estás

(duele más cuando
se ríen
en silencio

¿verdad?)

fíjate, usas una
cuarenta y todavía no te has
decidido a empezar la operación
biquini, demasiado segura de que
no servirá para nada
y es que otro año
a dietas no parece una perspectiva cuando tu cuerpo
es así y parece que no, que no tendrás piernas
de palillo

(tus caderas seguirán formando
una curva
binaria)

míralas
con sus pieles bronceadas y su sonrisa
sardónica
(ellas no saben lo que significa la palabra
sardónica como tampoco entienden quién era
el hijo de puta de faulkner)

parecen salidas de uno de esos anuncios
pre-verano pre-existir
pre-razón-de-ser-una-mujer
y no se avergüenzan, aunque tú no sabes
que si arquean los labios
de ese modo es porque tienen
miedo y todavía
no saben que tienen
miedo

tú las estás escuchando
y eres una mujer inteligente y
liberada y te tiemblan las manos mientras
estiras el vestido para ver si no se nota
la talla noventa y cinco de sujetador

caminan
tan altas, tan seguras
de sí mismas y de sus vacaciones en marbella y de su
colección privada de logros
elásticos
pero no se te ocurre preguntarte si en realidad
se sienten
guapas
cuando se miran al espejo por la noche
y hace frío y no hay nadie bajo las sábanas
y todavía les duele la cabeza

tú también tienes miedo

quizá por eso no te atreves a
levantarte y soltar de una vez
el vestido y sonreír con esa sonrisa
que te rompe los labios porque, ¿sabes?, estás
preciosa cuando sonríes y aún más cuando te ríes
e incluso más, mucho más, desnuda
sobre la arena
(el cuerpo
abandonado
al mar y al cielo)

ese cuerpo tuyo
como el de una mujer sin invertir
o una luna multiplicada
hasta el infinito
o una nota de placer
sonoro
o un libro
bajo los sauces

me levantaría
ahora mismo para decirte que te pareces
a las diosas del norte y que somos
muchos
los que nos hemos dormido imaginando
a mujeres como tú, descendentes,
encadenándonos
en una espiral cálida y abierta

mujeres como tú, seguras y plenas
bajo luces a medio apagarse

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