a todas las mujeres que se han roto
en las playas
de pontevedra
estoy segura de que puedes
escucharlas
con evidente claridad y entiendo
el temblor de tus manos debajo de la
mesa porque es cierto, quién no les
haría
caso cuando susurran
o te gruñen
a la cara lo fea que eres o lo
gorda que estás
(duele más cuando
se ríen
en silencio
¿verdad?)
fíjate, usas una
cuarenta y todavía no te has
decidido a empezar la operación
biquini, demasiado segura de que
no servirá para nada
y es que otro año
a dietas no parece una perspectiva
cuando tu cuerpo
es así
y parece que no, que no tendrás piernas
de palillo
(tus caderas
seguirán formando
una curva
binaria)
míralas
con sus pieles bronceadas y su sonrisa
sardónica
(ellas no saben lo que significa la
palabra
sardónica como
tampoco entienden quién era
el hijo de puta de
faulkner)
parecen salidas de
uno de esos anuncios
pre-verano
pre-existir
pre-razón-de-ser-una-mujer
y no se
avergüenzan, aunque tú no sabes
que si arquean los
labios
de ese modo es
porque tienen
miedo y todavía
no saben que tienen
miedo
tú las estás
escuchando
y eres una mujer
inteligente y
liberada y te
tiemblan las manos mientras
estiras el vestido
para ver si no se nota
la talla noventa y
cinco de sujetador
caminan
tan altas, tan
seguras
de sí mismas y de
sus vacaciones en marbella y de su
colección privada
de logros
elásticos
pero no se te
ocurre preguntarte si en realidad
se sienten
guapas
cuando se miran al
espejo por la noche
y hace frío y no
hay nadie bajo las sábanas
y todavía les
duele la cabeza
tú también tienes
miedo
quizá por eso no
te atreves a
levantarte y soltar
de una vez
el vestido y
sonreír con esa sonrisa
que te rompe los
labios porque, ¿sabes?, estás
preciosa cuando
sonríes y aún más cuando te ríes
e incluso más,
mucho más, desnuda
sobre la arena
(el cuerpo
abandonado
al mar y al cielo)
ese cuerpo tuyo
como el de una
mujer sin invertir
o una luna
multiplicada
hasta el infinito
o una nota de
placer
sonoro
o un libro
bajo los sauces
me levantaría
ahora mismo para
decirte que te pareces
a las diosas del
norte y que somos
muchos
los que nos hemos
dormido imaginando
a mujeres como tú,
descendentes,
encadenándonos
en una espiral
cálida y abierta
mujeres como tú,
seguras y plenas
bajo luces a medio
apagarse
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