domingo, 15 de enero de 2012

Noches

Hoy en día cualquier capulla presuntuosa -como yo- escribe intentando sangrar mil ochocientos años de egolatría, (auto)masturbaciones y esterilidades -como yo- en un precios(ista) mar de inseguridades e intentos de belleza que acaban en gritos y los gritos en sílabas y las sílabas en mi piel pegándose despacio a las teclas y deshaciéndose de mí, enviándome a la cárcel ciega de mi útero y el desdecirme de la sangre en cada palabra, el miedo sordo a vivir si no se sabe, a la eternidad si no se sabe.

Esta noche no he dormido y se nota en cómo me pronuncio.

Hoy en día cualquier imbécil sin ninguna clase de fe -como yo- escribe para romperse de la alegría loca de estar vivo o viva o vivi o vivu o vive en la afirmación de mis nombres -como yo-. Saber que no puedo repetirme ni desdecirme. Saber(me) y qué dulce el metal de las vigas que encierran los caminos, los ombligos de Venus abiertos para los mendicantes y mi lengua enredándose segura y lenta en la amplitud de los sexos querido Whitman oh querido Whitman por qué tal obsesión con el dolor de los nombres por qué quieren ensartar a los pájaros con esos barrotes tan feos querido Whitman por qué mastican despacio sus patitas grises.

Hoy en día cualquier miserable -como yo- ausente de sí y de estos caminos escribe en un ensayo de suicidio sin coordenadas ni soga atada a la cintura -como yo-. Asomar la punta de las pestañas a mi particular colección de promesas para ver si así acerco la muerte un paso y quemo esta vida de plásticos que todos dibujan. En el vientre de los osos de peluche hay un mensaje secreto y me dicen los elefantes que no se puede correr colina abajo que no se puede quemar tantas veces a Bécquer en una misma noche que no se puede no llorar así.

Despertar(se) con estos deseos de devorar la existencia animales que se me suben entre las piernas se afianzan a cada una de mis costillas y me empujan hacia delante un paso dos tres y podría gritar hasta rasgar cada una de mis cuerdas vocales y seguiría sin gritar suficiente este placer que no se dice y que me rompe los labios incluso cuando no los muerdes, incluso cuando tu boca se sonríe detrás -qué es sonreír quién se atreve a dibujar a cuchillo una definición- y yo te digo, te digo con las marcas de mi frente y las caderas que se abren que soy cáscara y soy carne y soy parte de mí y de mis nombres vacíos. Y todos mis nombres, todos, prefieren enredarse en el instante-presente y decir(te) y beber(te) y tragar todo lo que pueda tragarse de tus palabras derramándose en mí y mira cuántos jardines se abren mira cómo bajo cómo te aúllo en las rocas mírame ser la mujer más pura mírame ser una zorra con el esternón roto a latidos mírame defender mis nombres mírame sepultarte con libros piedra a piedra en un acto de amor infinito mírame besar cada imagen de tus manos. Todos mis nombres, todos, todos mis nombres caen en una espiral muda que converge en el absoluto de mis costillas. ¿Lo entiendes? El absoluto de mis costillas.

No me cogeréis con vida.

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