domingo, 5 de diciembre de 2010

Cenizas blancas

Dime que estoy viva. Dímelo una y otra vez, para que pueda creerte, para que no quede rastro alguno de la arena seca en los mármoles negros, y no sea sino sangre lo que corre sobre las tierras antes yermas y escarpadas. Dímelo con tus manos entretejidas de corales, con tu boca sedienta de cielos, con tus rosas abiertas y llorosas. Dímelo hasta los infinitos contrarios y clávame en la cruz de las quimeras fracasadas, para que conozca el sabor acre de la derrota y resurja de él aferrándome a tu cuerpo blanco. Oblígame a entender que tu cuerpo es el único asidero posible entre olas que se entrelazan y háblame de esa eternidad en la que no creo.
Dime que estoy viva. Pídeme que te ansíe mientras mi corazón todavía lata y muéstrame el curvarse de tu cuerpo en esa danza que tan sólo las dos -tú, yo- conocemos, en la que nos anudamos y nos buscamos hasta el paroxismo agudo. Y duele, y me equivoco, y ruego, y busco, y muero, y grito en tus oídos blancos, y sé con cada respiración, con la plenitud absoluta del instante eterno, que estoy viva.
Dímelo. Dímelo mientras mis labios todavía enrojezcan bajo tus besos.


Nota final: Remotamente inspirado por While your lips are still red, de Nightwish. Confusiones y luz. Mucha luz. Hermosa, blanca y viva. Viva. La fotografía, a cargo del más que genial Gregory Colbert, ha formado parte de la exposición itinerante Ashes and Snow.

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