lunes, 29 de noviembre de 2010

Veritas


Y son mil silencios flotando en el aire, frágiles como mariposas cuyas alas se hubiesen tornado de cristal. Caen, quiebran, matan, mueren. Sangran. Porque es tierra de verde, y de fuego, y de vida. No el desierto yermo en que crucifiqué mis dedos ante sus piedras, no la llanura de blancos y de muerte frente a la que los manantiales se tornaban secos y el agua era veneno en la garganta, gasolina ardiente en venas de plástico y cobre.
Pero llegaste tú. Llegaste tú y los soles temblaron un instante, oscuros de luz y de certidumbre. Llegaste tú y amainó el viento, y rugieron las sales vírgenes en los mares contrarios. Llegaste tú y se elevó del mundo entero un grito, que no era ya silencio ni ausencia, sino rosas rasgadas y enrojecidas por tus besos. Llegaste tú y se abrieron las siete puertas de los siete palacios, y se postraron ante ti los dioses en el suelo, con las ropas rasgadas y las cadenas brillantes. Llegaste tú y alzó el brazo Amor Victorioso, y lloraron las plañideras frentes a las tumbas de los héroes vacíos, y vino de las nubes un canto de alondras y riachuelos vivos.
Llegaste tú y rendiste los muros de la ciudadela, y con las manos desnudas, sin escudo ni espada, te aventuraste en las sendas. Serpenteaste entre negruras y rojizas umbrías, con un susurro de violetas en tu oído y una guirnalda de lirios enredada en tus muslos de náyade. Era tu voz como mil cascadas de agua rotas entre las piedras, tejidas de vida y de anhelo. Me arrastraste a las viejas hojas de primavera, entre mil iris oscuros. Y arrancaste de mi espíritu el grito.
Gracias. Gracias en las mil y una alturas de mi voz humana.


Nota final: Me ha quedado un poco extraño, un tanto pseudo-poético, pero muy sincero a un tiempo. Y es eso.

1 comentario:

  1. Tú sí que eres increíble. Pedazo entrada, me encanta... Pero no tanto como tú.

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