ella era el número siete escrito con
letras
rojas en todas las fachadas
se recogía el pelo para construir
torres azules y cuando abría
los labios arrancaba sonrisas
muy tristes y
hermosas
el ojo izquierdo se deshace en
diminutas
arañas
ella tiene todo el cuerpo marcado con
infinitesimales
ecuaciones de vidas que no vivirá
a veces llora sobre los puentes porque
no se atreve a elegir los
cincuenta y cinco segundos necesarios
(hipoxia)
ella tiene los pulmones negros de
tantas
tantas horas bebiendo sangre y
nicotina, el humo
es la estructura inversa de sus latidos
y vivir de arritmia en
arritmia
no es vivir ni lo será nunca
él era una piedra enorme y resistente,
aplastada hasta la
extenuación por la rueda
que gira y gira,
y otra vuelta a la noria
como no sabía dibujar bien, pintaba
siempre con cuchillos
de hoja ancha
y así aprendió que no hace falta
cuidar de las cosas
pequeñas
él tiene una enorme herida en el
rostro y sus
dientes de acero van masticando el
canal de la arteria, bordeando las costuras
de la última visita al quirófano
de todas las visitas al quirófano, él
guarda tres medallas junto a la
pistola
y una de ellas está escrita en la
lengua de los
supervivientes
ella no sabe cortar cada invisible
hebra de hilo que se enreda en sus muslos
y el nylon va segando la piel, de modo que a
veces se derrama en sangre
roja
los que la vemos en este maravilloso
picado desde los
aviones
descubrimos un rito de la fertilidad
primitivo y
auténtico
ella habla del asco y las vísceras
secas
ella tiene miedo del miedo y además
teme a los
perros los pacifistas los aviones los
extranjeros las lesbianas los críticos
y en especial a
sí misma
dice no albergar sentimientos y es
verdad que esconde minúsculos
cristales de llanto bajo el esternón
por eso no duerme
(tiene tanto
tanto frío)
como el silencio
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