domingo, 19 de junio de 2011

Tú eres

Todavía conservo el amargo sabor de tu sal en los labios. Todavía acierto a sentir el licor resbalando despacio, rosa de pubis abiertos. Se abren de roca las aguas, profetas en tierra desconocida, mares de cal y de cianuro. Humo amarillo que asciende entre las algas y se rompe en la espuma. Lo cubre todo. Y me siento pequeña, diminuta frente a esta eternidad que Tú eres. Una eternidad de silencios rotos. Las horas fueron más rápidas que el reloj y se hicieron polvo de cieno. Él sigue con su tic-tac inflexible. No se callará, no. Pero el tiempo se desvanece si Tú eres. Existencias vacías de esencia; eres y basta.

A mí me basta. Que te anegas con tus aguas y te asfixias una y otra vez contra las piedras. Te retuerces; gimes. Por y para nadie. Sin nadie. Que no me necesitas, ya lo sé. Y arremetes de nuevo. La tierra no resiste. Nada resiste. Se abre. Me alzas, me socavas. Tu sal en mis labios. Por un instante no hay futuro. Ni futuro, ni aire, ni temor, ni sol, ni cielo. Nada sino ese grito callado y ese débil pulso de lo que se quiebra. Mil cristales saltan en el aire. Mil nubes se hacen cristal en el aire. Avanzas. Dama de Grises, mil veces Reina, Señora entre orquídeas. Se enfurecen los vientos y aúllan. Se quejan, ¿no les oyes? Pero no te importa. Tú avanzas. Tú eres.

Y me tienes aquí esperándote, sintiendo el latido oculto de tu existir inmenso, tocando las lágrimas que se tornan diamantes y los diamantes que cortan la piel. Agua. Este frío que me llena, que me arrastra. Que me mueve a mirarte y desearte. A entender que no podré ir a ti si no vienes Tú en el preciso instante del eclipse. Conozco los peligros que tu vientre encierra y los acepto. Los acepto aún aquí, aguardando tu vuelta, los labios entreabiertos. Tu sabor a sal se irá esta noche. Qué tristeza tan callada, como calla el placer, como silencia el dolor, como amordaza la felicidad. Qué juego de sombras el de buscarte otra vez. Lo haré. Sabes que lo haré. Espérame. Oh, espérame…


Nota final: Este texto es producto de un renascere. Unos días agradables, una compañía agradable, un lugar agradable y una serie de vivencias agradables. Mar, Mar que sin saberlo me das nombre.

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