jueves, 5 de mayo de 2011

Frenesí blanco

No importa cuándo,
no importa por qué.

Pero
debemos hundir
los dedos fríos en las llagas,
debemos romper de cadenas
los mares,
debemos beber
hasta la última gota de veneno blanco.

Dos pasos hacia delante
y la caída que lleva al abismo
-azul-
donde una grita
y no tiene respuesta.

Ni la quiere.

Hay dos lirios entenebrecidos
y los huesos de un poeta
al que se han comido los perros.
Hay dos poetas de lirio
y las tinieblas caninas
de un banquete.

Hay una sombra.

Hay dos dados, una esclava muerta y tres promesas.

Hay un vacío
de desiertos entenebrecidos de mármol.

Contradicción.

Que sí, Arthur, que debemos
arrancarnos la piel tira a tira
y crear la máscara perfecta.

Frenesí.

Vino cálido en los labios, rosas
y una pluma entre las páginas
del libro de Isaías.
Y llenarnos la boca de juramentos,
el corazón de ídolos vacuos,
las manos de espuma blanca
y la lengua de besos sin nombre,
súplicas hechas de barro,
curvas enredadas de saliva.

Y no creer jamás en las escrituras,
no beber de los labios del apóstol,
no profesar la herejía entre cálices,
no vestir las túnicas doradas
y manchadas de púrpura.

Porque la desnudez humana
es la única máscara posible
para el miedo.

Por eso, Arthur, arráncate la piel
tira a tira,
beso a beso,
palabra a palabra,
golpe a golpe.

Por eso, Arthur, vive.
Vive en los pálidos labios de Alois.
Vive en sus codos vueltos del revés.
Vive en sus pestañas,
como erizos quebrados de estrellas.
Vive enredado en sus suspiros,
en sus mentiras de cielo,
en su imagen transparente.
Vive en Alois.

Vive.


Nota final: Pearls, de Erwin Olaf. Escrito con Stamp on the ground de fondo, una canción que jamás habría elegido para el acto de crear. Pero esto es... una maniobra de escapismo, que no escafismo.

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