sábado, 30 de enero de 2010

Tengo miedo

Hoy, más que nunca, tengo miedo de dejar de quererte. Tengo miedo de que el hielo llegue definitivamente a mi corazón, de que no signifiques más que un rostro y años de económica entrega, de que tu recuerdo no sea sino dolor e indiferencia. Tengo miedo de que me odies y temo asimismo odiarte.

Tengo miedo, mucho miedo. Hoy las rosas se han quebrado de nuevo y me has dejado marcada, arrastrada del cabello por el suelo, herida y sangrante en tu altar. Duele. Pocas veces había dolido tanto. ¿Sabes por qué? Porque te quiero. Porque, aunque sea mi existencia tu motivo de vergüenza, aunque haya nacido significando aquello que tú odias, aunque sienta tu desaprobación en cada mirada y en cada palabra, te quiero. No entiendo el motivo de quererte. El alma no entiende de porqués, ni de razones, ni tan siquiera de férreos argumentos.

Tengo miedo de dejar de quererte. Tengo miedo de recordarte un día sólo como quien me derrotó y me hizo enfrentarme a un reflejo distorsionado, quien fue capaz de rasgar mi interior y destrozar una parte de mi existencia. Tengo miedo de ver el rostro del odio en mis propios ojos al mirarte. Tengo miedo de convertirte en polvo y aire, en maleza agreste, en una foto rota al fondo de un triste álbum.

Tengo miedo de decepcionarte, aunque sé que ya lo he hecho. Tengo miedo de no ser lo que tú deseabas y tengo miedo de verme arrojada al abismo del olvido. Tengo miedo de que dejes de quererme, y al mismo tiempo quiero que lo hagas. No quiero quererte y, del mismo modo, temo dejar de quererte. Quiero que lo signifiques todo, quiero hablarte, quiero tu apoyo y tus sonrisas, y al tiempo quiero que dejes de reducir mis alas a frágil arena de hueso.

Tengo miedo. De mí. De ti. Del abismo. Del olvido. Y de la muerte.

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