lunes, 1 de agosto de 2011

Vientre de luna, flor de muchacho

Un látigo hecho con los estambres de una orquídea

El público, F. G. Lorca

Confieso haberme encontrado en tus ojos.
Confieso haberme visto
tejida de negros y verdes,
universo sin estrellas,
escapista de sueños
y de luces.

Confieso haber delirado tu voz
y buscado tus manos en la quietud
de unas sábanas que te recuerdan
y dibujan, ciegas,
tus contornos oscuros.

Confieso haber descubierto
la naturaleza abstracta
del latido
en la profundidad
sin abismo ni sima
-vientre de luna,
flor de muchacho-.

Confieso haber destruido
en tu nombre.
Confieso haber matado e
insuflado vida
en labios yertos y pétalos iguales.
Confieso haberte pintado en los cristales
de los viejos autobuses
y las aceras abiertas.
Confieso haberte adorado
frente a los puentes de hielo
y las puertas
que se escarchan.

Agonía de estatuas.
Ni mármol ni estrellas.
Ni aire, ni aliento, ni sangre.

Confieso haberme encontrado en tus ojos.
Confieso la vida tenue, y el ansia, y la esperanza.
Confieso los soles enfrentados.
Vientre de luna,
flor de muchacho.
Me confieso.

Nota final: Impulso.

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